“Conozco, quiero y creo en una Galicia unida, desde la calle Príncipe de Vigo hasta la playa de las Catedrales, desde las tierras de A Limia hasta el bastión pesquero de O Barbanza, desde la plaza del Obradoiro hasta el Centro Gallego de Buenos Aires”. Esta declaración de principios realizada por el nuevo presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda Valenzuela, en su toma de posesión del cargo deja bien claro que no olvida a los gallegos residentes en el exterior en su concepción de Galicia y en las preocupaciones del mandato que ahora afronta.
El pasado 14 de mayo, el salón noble del Parlamento de Galicia acogió la toma de posesión de Alfonso Rueda como presidente de todos los gallegos tras jurar el cargo sobre un ejemplar del Estatuto de Autonomía de Galicia.
Asistieron a la ceremonia, entre otros, la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, en representación del Gobierno de España; el expresidente del Gobierno, Mariano Rajoy; los expresidentes de la Xunta, Fernando González Laxe y Alberto Núñez Feijóo; o los presidentes de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, y de la Región de Murcia, Fernando López Miras.

Ante el medio millar de invitados, que incluía también a las principales autoridades del país, representantes de instituciones, de medios de comunicación, y los líderes de la oposición gallega (BNG y PSdeG), Rueda lanzó otro guiño a la emigración gallega. “Lo que hoy somos, y somos muchas cosas y muy importantes, es fruto de un trabajo conjunto: de los que construyeron Galicia desde aquí, y la seguimos construyendo, y de todos los gallegos que tuvieron que ejercer su ‘galeguidade’ fuera de su tierra y que también contribuyeron mucho a convertirnos en la esencia de algo que es muy universal. La pluralidad de la identidad gallega no nos hace más débiles ni nos desdibuja. Al contrario, nos enriquece, nos fortalece y amplifica nuestra proyección en el mundo”.
Ese reconocimiento a la labor de los gallegos en el exterior que contribuyó al desarrollo de la Comunidad Autónoma y a reforzar la identidad gallega formó parte del núcleo de un discurso que sirvió para sentar las bases de su programa de gobierno y de sus intenciones ahora que es presidente de la Xunta.
En este sentido, Rueda trajo a colación a un fallecido abogado, economista y escritor para contar que “pocas visiones resumen tan bien mi concepción de esta tierra como la del pontevedrés Valentín Paz Andrade, que se refería a Galicia como una tarea”.
“En estos años me preocupé menos de la relevancia pública y un poco más de intentar ayudar al presidente Feijóo en una tarea que era muy difícil, que creo que hizo excelentemente”, afirmó en referencia a su antecesor en el cargo. “Soy perfectamente consciente de que estuve muchos años en la sala de máquinas y también soy perfectamente consciente de que me toca ahora subir al puente de mando”, añadió.
Arropado por su madre Lola, su mujer Marta Coloret y sus dos hijas, tuvo Rueda palabras para su padre, José Antonio Rueda Crespo, ya fallecido, al confesar que de ese político que fue su progenitor desoyó una recomendación, cuando trató de impedir que tomase el mismo camino: “Seguí su ejemplo, pero no sus consejos”.

Alfonso Rueda, sexto presidente gallego y un “hijo de Galicia” según aseguró, habló en gallego, y en español, idioma este segundo del que tiró para cargar contra quienes quieren desgastar instituciones Estado, como la monarquía.
En el acto solemne actuó la banda de gaitas de la Diputación de Ourense y el himno gallego sonó interpretado por la voz de Antonio Barros y el piano de Alma.