Óscar Pereiro, con su hijo en brazos, el líder Floyd Landis, y Andres Kloden, en el podio final de París.

El norteamericano Floyd Landis releva a Amstrong en lo más alto del podio

Óscar Pereiro, con su hijo en brazos, el líder Floyd Landis, y Andres Kloden, en el podio final de París.

Floyd Landis (Phonak), Óscar Pereiro (Caisse d'Epargne) y Andreas Klöden (T-Mobile) acabaron en el podio más prestigioso.
El Tour ha dejado un buen sabor de boca, ha sido una carrera comentada, discutida, polémica, emocionante, repleta de gestas. Un buen inicio para un ciclismo más abierto, menos bloqueado.
La permanencia de un español, Óscar Pereiro, en el liderato de la prueba hasta el penúltimo día, y un total de cuatro días, ha alimentado las esperanzas de encontrarse de sopetón con un sucesor de Miguel Indurain. Tan sólo 59 segundos han separado al corredor gallego, natural de la localidad pontevedresa de Mos, de la gloria más alta del ciclismo.
Un corredor conocido como uno de los mejores gregarios y que ha aprendido sobre la marcha a llevar una carrera, a superarse, a dirigir a un equipo o lo que quedaba de él. Pronto, en la Vuelta a España, volverá a la faceta de escudero de Valverde. Pero ya tendrá para siempre el reconocimiento de una afición que, en pequeña escala, le reconocía su gran Tour del año pasado, siempre al ataque.
Pero ha ganado el más fuerte y el más listo, Floyd Landis. Un corredor de carne y hueso que sabe lo que es perderlo todo un día (La Toussiure) y ganarlo al día siguiente (Morzine). Como lo contaban las crónicas de antaño.
La pena es que en el tercer cajón del podio no esté Carlos Sastre, que ha sido más regular que Pereiro y que Landis. Sin desfallecer nunca, escalando mejor que ninguno de sus rivales. Y, sin embargo, por decisiones tácticas muy discutibles, es cuarto, por detrás de un Andreas Klöden que prometía más de lo que finalmente dio.
Las victorias de etapa españolas se han limitado a tres: dos de Óscar Freire (Rabobank) al 'sprint' y otra de Juanmi Mercado (Agritubel), escapado en la primera jornada de los Pirineos. Ambos están ya en sus domicilios, retirados de esta carrera loca y demoledora. Más imprevisible y emocionante que nunca.
El jefe de los velocistas continúa siendo Robbie McEwen, maillot verde de la regularidad. Sus victorias en el Tour de Francia suponen la constatación de que no hay nadie como él en el cuerpo a cuerpo. Sólo un equipo organizado en torno a Alessandro Petacchi, como antes al ya retirado Mario Cipollini, puede cortar su cosecha de podios (11 este año, con tres en el Giro y tres en el Tour).
La clasificación de la montaña se la lleva por segunda vez consecutiva el danés Michael Rasmussen, gracias a su exhibición en la etapa de La Toussiure, en la que desbancó definitivamente al bravo ciclista cántabro David de la Fuente, reconocido con el premio al ciclista más combativo de esta edición.
La lucha entre equipos se ha decantado hacia el lado del T-Mobile, que desbancó al CSC de la pelea en la etapa de Morzine, la que se recordará para siempre como una de las más bellas de la historia del Tour gracias al arrojo de Floyd Landis y a las actitudes erróneas de sus rivales.
La pelea entre menores de 25 años la resolvió Damiano Cunego en la última contrarreloj. El italiano sacó su superclase para batir en terreno adverso a su principal adversario, el alemán Marcus Fothen, especialista contra el crono. Cunego, ganador del Giro 2004, se ha dejado ver en la última semana a un nivel espléndido, aunque aún lejos de aquel apabullante dominio de hace dos años en la principal carrera de su país.