Orgullo por cuatro décadas de autogobierno

Por Susana Díaz Pacheco, presidenta de la Junta de Andalucía

Susana Díaz Pacheco, presidenta de la Junta de Andalucía.

Aquel 28 de Febrero de 1980, hace ya 38 años, celebramos el referéndum que dio carta de naturaleza a nuestra autonomía. Fue entonces cuando nuestra comunidad, ya histórica, quiso dejar claro que no quería ser más que nadie, pero tampoco menos, frente a los que defendían un país con ciudadanos de primera y de segunda. 

Aquel hito, una conquista de todo un pueblo que se rebeló -siempre en el marco de la ley- contra un injusto destino impuesto por otros, no puede ser nunca una mera conmemoración institucional. Como expresión del sentir popular del que emergió, es un legado histórico de ciudadanía que tenemos la responsabilidad de mantener y reivindicar siempre. Quizás hoy más que nunca, frente a los que amenazan la unidad territorial y la igualdad de ese proyecto común de presente y futuro que es España.

Como en los años de la transición a la democracia, Andalucía ha vuelto a alzar la voz para reclamar el entendimiento, el diálogo y la mesura que jamás debimos perder para que este proyecto colectivo, que tantos éxitos y cohesión nos ha brindado, siga teniendo el porvenir que nos merecemos, basado en la igualdad de derechos de todos los españoles y españolas y en el respeto a la diversidad cultural de cada uno de los pueblos que componemos este todo que llamamos España. 

Cuando Andalucía se ganó el derecho a escribir su propio destino, lo hizo pensando en sí misma pero también en el conjunto del país. Porque si algo caracteriza al ser andaluz es su solidaridad, su afán inclusivo, su generosidad, fruto del poso de tantos siglos de historia de convivencia que nos han demostrado que es mucho mejor y más provechoso caminar juntos que por separado.

Andalucía ayudó a hilvanar el traje de esa España autonómica que hoy en día algunos pretenden poner en cuestión con soflamas que no resisten la más mínima comprobación. Es el momento de trabajar para propiciar un clima de entendimiento y de buena voluntad que sofoque esa irracionalidad tan lesiva para todos, en especial para quienes la padecen en su día a día. 

Me acuerdo especialmente de esos más casi 600.000 andaluces y andaluzas residentes en Cataluña a los que tuve la ocasión de dirigirme hace poco en persona, y que están haciendo gala de una templanza y un sentido común que nos debe enorgullecer y servir de ejemplo.

España es un proyecto que sigue mereciendo la pena, que nos cohesiona, nos armoniza, nos complementa. Tenemos la obligación, los políticos los primeros, de encontrar la fórmula que nos permita actualizar sus postulados a los tiempos actuales. Para ello tenemos que demostrar altura de miras, generosidad y determinación, en especial con un asunto tan sensible e injusto como la aplicación del modelo de financiación autonómica, que penaliza a no pocas comunidades, entre ellas la nuestra, privándonos de la suficiencia financiera mínima para servicios públicos fundamentales como la educación pública, la sanidad y la dependencia.

Esto debería centrar nuestras energías como país, para poder aprovechar bien el viento a favor que al fin sopla en lo económico. Y así lo reclamamos en un día como este en el que seguimos reivindicando un trato justo, leal, igualitario para con la comunidad más poblada del país, que tanta estabilidad institucional y económica ha aportado en los duros años de crisis. 

Dentro de ese sobreesfuerzo que el Gobierno andaluz está realizando para recuperar tantos derechos perdidos por la crisis, hemos revisado al alza la mayoría de nuestras políticas. También la que nos vincula con nuestras queridas Casas de Andalucía en el exterior, a las que vamos a apoyar más y mejor ahora que repunta la bonanza económica. 

 Así, los Presupuestos Generales de la Comunidad para este 2018 incluyen un aumento del 25% en la partida que destinamos a las entidades que presidís en las distintas ciudades españolas y también en el extranjero. Queremos que sintáis el aliento de vuestra tierra, que sigáis siendo embajadores de Andalucía en el exterior y que, pese a la distancia, podáis apreciar el esfuerzo con que tratamos de levantar nuestra comunidad para que ocupe el lugar que merece.

Para finalizar, permitidme una última reflexión que entronca con el espíritu con el que afrontamos este 28 de Febrero: el orgullo de estas cuatro décadas de autogobierno, que han contribuido a asentar plenamente nuestra identidad andaluza. Una identidad sin aristas, conciliadora, que se vive sin sobresaltos y sin complejos, en convivencia con el resto de territorios del Estado. 

La contribución de Andalucía, ahora como entonces, sigue siendo necesaria. Asumimos nuevamente nuestra responsabilidad de garantes de la igualdad. Andalucía tiene un papel principal que desempeñar para el futuro de progreso y solidario que queremos en España y toca desempeñarlo con la misma firmeza con que lo hicieron nuestros mayores. 

Gracias por agrandar las fronteras de nuestra Andalucía, por sentir, pensar y expresaros con orgullo en andaluz. Y gracias, como siempre, por celebrar este 28 de Febrero evocando vuestras raíces y vuestro ser andaluz, que os acompañará allá donde estéis de por vida.

En la confianza de que la bandera blanca y verde ondee bien alto en vuestras Casas o Entidades Andaluzas, y siempre en vuestros corazones, recibid un afectuoso saludo.