Con la Ley en la mano

Negar la evidencia

por Ricardo Martínez Barros

Ricardo Martínez Barros.

La necesidad, a veces, de negar lo que resulta obvio, o atacar al que alerta, o matar al mensajero trae malas consecuencias.
No hace mucho tiempo hablar de “crisis” en nuestro país era ser retrógado, aguafiestas y antiespañol. Parecido a cuando el médico nos informa sobre un problema de salud y trata de corregir nuestros hábitos. Le mentimos al doctor al afirmar que no bebemos en exceso para evitar que nos prohíba la bebida, o le decimos que sólo consumimos diez cigarrillos al día cuando es una cajetilla o dos las que caen, o simplemente nos negamos a admitir que tenemos un problema de salud. A los abogados, muchas veces, se nos oculta la realidad del problema, manipulando la culpabilidad del que confiesa. Y, claro está, todo ello provoca una incorrecta diagnosis.
A la Emigración, o bien se le ve como un problema o bien se le presenta como una solución a una sociedad que no es capaz de absorber una mano de obra eficiente. Y pocas veces se admite que con la emigración tenemos un problema o muchos, que debemos analizar y después solucionar. Y no cabe duda que esta negación de lo evidente, dificulta el analizar con detenimiento un fenómeno que es tan viejo como el propio ser humano. ¿Lo estamos haciendo bien con nuestros emigrantes? ¿Estamos correspondiendo a tanto sacrificio y lucha para conseguir un futuro mejor? ¿Se emigra porque hay una fuerza telúrica en nuestro subconsciente que nos invita a marcharnos a otros lugares, o se emigra porque nos faltan las patatas y el pan, como diría Julio Camba? Y si es más de lo segundo que de lo primero, ¿qué es lo que estamos haciendo y debemos hacer?
Hubo un tiempo en el que el dinero de nuestros emigrantes ayudó especialmente a que los que se quedaron aquí pudiesen estudiar a sus hijos, cuidar a sus enfermos, pasear por mejores carreteras, construir mejores casas… Ahora mismo, cada año llega a España casi un billón de las antiguas pesetas (6.000 millones de euros) de las remesas que envían los emigrantes españoles. Y podrían llegar muchas más si alguien entendiese que hay un potencial excelente en nuestros empresarios emigrantes para querer invertir en España, pero hay que analizar qué es lo que quieren y qué es lo que se les va a dar a cambio.
Sé que se está haciendo mucho y bien por parte de algunos responsables políticos de la Emigración. Pero no basta el interés y buenos deseos cuando no se les dota de instrumentos jurídico-económicos adecuados. Por aquí hay que empezar
¿Qué tal si, de momento, admitimos que la emigración española necesita que se le dedique un análisis profundo por parte de todas las fuerzas políticas y después se vayan marcando objetivos que han de reflejar la exigencia de hacer posible lo que es necesario? ¿Es tan difícil lo que se propone? Yo creo que no. Basta con mostrar interés en oir a los que hay que oir y, a continuación, que una Comisión de expertos y con la participación activa de los que conocen y son parte de este fenómeno, expongan lo que es conveniente llevar a cabo. Y recabar la información precisa para que lo que otros países han hecho y están haciendo, sirva como elemento que complete ese análisis y propuestas a realizar. ¿O no?