Nadal reconquista París y el número uno tras derrotar a Soderling en la final de Roland Garros

El español fue muy superior al sueco al que venció por 6-4, 6-2 y 6-4

Un emocionado Nadal se dejó caer al suelo tras ganar el partido. EFE

Hace apenas un año, el castillo de Nadal se derrumbó en la Ciudad de la Luz. Aquella que vio nacer al mito, que le encumbró y llevó de la mano hacia metas inimaginables para luego verle caer y dudar de él.
Sólo 365 días después, Rafa reconquista la gloria del número uno, su quinta corona en Roland Garros y la sumisión de los no creyentes, de los franceses, de los de ‘es sólo físico’, de la Philippe Chatrier, de los malos agoreros y de las lesiones.
Nadal volvió para reclamar su trono y lo hizo en el mismo escenario, frente al mismo rival y con el mismo argumento, su tenis en simbiosis con la tierra batida, donde el 2010 marca cuatro muescas en la raqueta del español: Montecarlo, Roma, Madrid y nuevamente, París.

Fiel a su estrategia

Había miedo a la derecha plana del sueco, esa que destrozó a Federer en cuartos y que carga Robin con una facilidad pasmosa. Por eso Rafa traía el antídoto bajo el brazo: para tumbar al sueco había que arrinconarle contra la lona publicitaria, dos metros por detrás de la línea de fondo; desplazarle hacia los lados y hacerle sufrir arrastrando sus 193 centímetros y sus 87 kilos de peso.
Nadal volvió a ser fiel a su plan de ataque y ganó con solvencia siendo más y mejor que su rival en casi todas las facetas del juego. Soderling firmó 0 de 8 en bolas de break y perdió su servicio en cuatro ocasiones, mientras el español fue como un reloj suizo adelantándose en los arranques de las tres mangas y gestionando su ventaja sin fisuras, para conquistar el que ya es su séptimo Grand Slam, que ganó sin ceder un sólo set en todo el torneo.
A sus 24 años recién cumplidos, Rafa hace las maletas con destino a Queen’s, donde le esperan la hierba, el saque, la volea y después, Wimbledon. Esta vez, sí podrá luchar por un título que las lesiones no le dejaron defender el año pasado. Su nueva victoria en Roland Garros marca un nuevo punto de inflexión en su carrera y dispara una vez más las expectativas de un jugador insultantemente joven y cuyo techo parece no tener fin. Nadal ha vuelto, o eso dicen.