Los nuevos españoles

Propuestas del consejero por Estados Unidos Ángel Capellán para el próximo pleno del CGCEE (I)

He aquí un gran reto para el nuevo Mandato del Consejo General. Un gran proyecto que debería hacer suyo y llevarlo adelante.

En los últimos años se ha creado un importante colectivo en el exterior que se ha dado en llamar “los nuevos españoles”. Atención, que éste no es el mismo que “los nuevos emigrantes”, indudablemente otro nuevo gran colectivo de españoles que está rápidamente engrosando las filas de la España Exterior a pasos acelerados.

Hay incluso quienes han usado el término peyorativamente como en “esos nuevos españoles que han adquirido la nacionalidad y pueden votar pero que no tienen ninguna vinculación con España o que nunca han puesto pie en España”. La realidad incuestionable, por mucho que les pese a quienes así hablan o piensan, es que éstos son ciudadanos españoles con todo derecho.

Por ello, la solución no es despreciarlos o excluirlos sino incorporarlos, hacerlos sentirse verdaderamente españoles. Después de todo son nuestros descendientes directos, mayormente nuestros hijos. Esta es una gran responsabilidad y un reto que tenemos tanto el Gobierno Español como todos los españoles en el exterior y muy especialmente los miembros del Consejo General.

Los números no engañan. Desde 2002 y la modificación del Código Civil en materia de nacionalidad han sido varios cientos de miles los españoles nacidos en el exterior, que realizaron un acto de mantenimiento de su nacionalidad al entrar en la mayoría de edad. A ellos se añaden los que la recuperaron después de estar inactiva durante años. A estos amplios colectivos, se están uniendo o pronto se van a unir una buena parte de los 450,000 descendientes de españoles (mayormente hijos  también nacidos fuera de España) que presentaron su expediente de adquisición de la nacionalidad por la Ley de la Memoria Histórica. Se ha publicado en la prensa que aproximadamente el 80% de los expedientes se están resolviendo positivamente. Es un ingente colectivo de “nuevos españoles”. Están entre nosotros. Son los muchos jóvenes adultos que en efecto tienen la nacionalidad española e incluso votan pero que conocen poco de España.

Primer gran objetivo: Estos “nuevos españoles” deben sentirse abrazados no rechazados. Deben sentirse en casa, sí, aunque tengan también otra nacionalidad, no en un metafórico “tierra de nadie”. Será obligación de todos hacerles sentir este espíritu de acogida. Y será ésta también una obligación del Gobierno Español y de los medios de comunicación en España. Después de todo no vienen ni a tomar España por asalto, ni a invadirla, ni a infiltrarse. Vienen a complementarla, a ampliarla, a agrandarla. Son también nuestros descendientes inmediatos. Qué menos podíamos hacer por ellos.

Segundo objetivo: Potenciar la valía de estos “nuevos españoles” allí donde están. Que como el resto del colectivo de españoles en el exterior sean los que contribuyan a promocionar España en el exterior. Cierto que muchos viven en países muy necesitados. Pero nuestra meta ahora no debe ser “traerlos a España” pues digámoslo sin sonrojo que España es también “un país necesitado”. Cuando España vuelva a tener la fuerza que tenía en décadas recientes siempre habrá posibilidades de que se les dé prioridad sobre otros inmigrantes que no tengan este tipo de conexión con nuestra historia y cultura.

Tercer objetivo: Hay una labor ingente que podemos llevarla a cabo sin que esperemos que el Gobierno se vuelque con el dinero que no tiene. Me refiero a esa labor de ayudarles a ser plenamente españoles en todos los sentidos.

El modelo de acción debe ser lo que hizo la emigración española antes de la llegada de la democracia a nuestra patria. Nuestros emigrantes se sacaron las castañas del fuego por su cuenta. No son ellos los que recibieron ayudas masivas del Gobierno Español. Sus centros y asociaciones no se formaron llevados de la mano de instituciones nacionales en España. Salieron adelante por su propia iniciativa, por su propio esfuerzo, con sacrificio, dedicación y ahínco. Ellos mismos con sus propias manos y recursos construyeron los centros y asociaciones que conocemos. Pero además, entonces, no solo se defendieron por sí mismos, sino que emprendieron un continuo esfuerzo denodado para ayudar a su propia patria lejana, para sacar de la pobreza y subdesarrollo a sus familias que habían quedado atrás. Ellos contribuyeron de manera decisiva a regenerar a España.

En resumen, es la iniciativa privada la que debemos fomentar y ganarnos para desarrollar este nuevo espíritu de españolidad entre los nuevos españoles.

Peo ni de sueños ni de ideas bonitas vive el hombre. Necesitamos iniciativas concretas que se puedan llevar a cabo. Necesitamos organizarnos.

Lo primero que podemos y debemos ofrecerles, pues tenemos los recursos entre nosotros, es precisamente ese sentido de identidad, ese conocimiento de nuestra cultura, nuestra historia, de la civilización española.

Quién lo impulsaría.

Sí que hace falta quien lo impulse inicialmente. Proponemos tres niveles de plataformas. Esta labor puede iniciarse e impulsarse bien desde la actual Comisión de Educación y Cultura, pues es eso precisamente lo que les estaremos ofreciendo. Esta sería la primera plataforma. Dos o tres personas en la comisión podrían ser responsables de una coordinación de este esfuerzo con el apoyo de otros dos o tres consejeros provenientes del colectivo de federaciones. Todos ellos lo impulsarían a la plataforma siguiente que serían los CRE y los consejeros generales en cada país. De ahí en una plataforma final se lanzaría a los centros y asociaciones de españoles, Institutos Cervantes, UNED, etc. Esto ya daría un nuevo impulso, una nueva misión y una razón de ser adicional a los CRE. Y haría lo mismo de manera muy especial con los centros y asociaciones.

Más concretamente, hay entre nosotros amplísimos recursos humanos, de manera muy especial pero no exclusiva, entre nuestros jubilados todavía activos. Cuántos son los miles de maestros y profesores universitarios jubilados que con gusto tomarían la responsabilidad de participar de forma voluntaria en la oferta de clases organizadas por los CRE y los centros españoles, y todo con gastos mínimos. Y tantos otros que sin estar jubilados, lo harían con gusto también a título voluntario. Naturalmente a esos amplios colectivos de educadores ya natos y con experiencia, se podían unir tantos otros españoles con buena preparación y muy capaces de realizar también esa labor educativa. Tenemos ahí ya un gran contingente para la formación de ese gran colectivo de nuevos españoles en lo que bien podríamos llamar (sin vergüenza alguna) en españolidad, en el más honroso y profundo de los sentidos.

Qué se ofrecería y en qué contexto.

La meta es organizar clases de cultura española en su sentido más amplio y de una forma organizada. Serían grupos relativamente pequeños de unas 15 personas. La temática sería muy extensa y variada: Historia de España, tanto general como por períodos y temas. La Constitución Española. Organización del Estado Español. El origen de las autonomías en España. Grandes figuras y períodos de la literatura española. La lengua española: De dónde viene y a dónde va. El cine español. La emigración española: su historia y desarrollo. Y así un sinnúmero de temas que sin duda ese colectivo de educadores españoles arriba mencionado haría apasionante.

Los recursos disponibles hoy día para llevar a cabo esta instrucción son extraordinarios: Excelentes libros, DVDs abundantísimos en torno a todos los aspectos de la cultura española, recursos en Internet (YouTube). Cada CRE, centro español o asociación tendría amplia libertad de cómo organizar estos cursos pero en breve tiempo los organizadores e instructores podrían con facilidad poner en Internet ideas, propuestas, currículos, sugerencias que ayudaran a otros interesados a poner en marcha esta instrucción.

En muchos países hay ya también una estructura del Estado Español (o parcialmente financiada por él) que serían puntos de apoyo o en algunos casos lugares de instrucción también. El caso más obvio es el de los Institutos Cervantes, establecidos ya en tantos países. Podrían muy bien hacerse acuerdos con ellos para que se pudieran usar sus ya muy amplios recursos bibliográficos y multimedia para apoyar a esta instrucción. En muchos casos podrían también ofrecer salas disponibles para instrucción dependiendo de horarios y días.

Igualmente en muchos países existen los ‘Centros de Recursos de Enseñanza del Español’ patrocinados por el Gobierno Español. En los Estados Unidos hay doce. Son muchos los que hay en otros países no hispanohablantes (Brasil, Canadá, Australia, y buena parte de los países europeos). Están muy bien dotados con recursos que han acumulado durante casi diez años. Serían una fuente inagotable para una actividad como la propuesta aquí.

El mismo programa de ALCE (Asociaciones de Lengua y Cultura Española), dependiente de las Agregadurías de Educación, podría incluso ofrecer la posibilidad de que sus profesores dieran alguna clase adicional dentro de este contexto que presentamos.

Finalmente no olvidemos el potencial que tiene la UNED para este tipo de instrucción y las posibilidades de ampliación de su alcance a tantos países.

He aquí un posible modelo para una proyección cultural de España en el Exterior y entre nuestros propios ciudadanos. Muchos de los centros españoles en tantos países se están desvaneciendo, están desapareciendo por falta de una misión clara para su existencia. Esta misión arriba descrita podría ser una gran medicina revitalizadora.

Este proyecto en su conjunto podría parecer abrumador por el alcance que puede tener. Pero no tiene por qué serlo. Aquí se propone una estructura escalonada que va impulsando el proyecto y delegando responsabilidades de un nivel a otro. No tiene condicionamientos restrictivos, ni una estructura administrativa rígida. Muy al contrario, es abierta y orgánica, delegativa. El Consejo General es el impulsor inicial por medio de su Comisión de Educación y Cultura. Éste con un esquema bien estructurado lanza la idea al siguiente nivel que es el de los CRE y consejeros generales en los diversos países. Finalmente los centros y asociaciones lo ponen en práctica.

Quién puede dudar que los resultados crearían un colectivo español relativamente joven, más conocedor de su país, su historia y su cultura;  más entusiasmado y dispuesto a visitarlo; más ansioso de tener la “experiencia española” directa y personal.