La emigración mallorquina a Francia, una diáspora de ida y vuelta marcada por las guerras y por el turismo

El Govern publica dos nuevas obras de la colección ‘Els camins de la Quimera’, sobre los isleños de S’Arracó y Campanet que partieron a Europa

Buades, Manresa, Ferragut, Ferrà-Ponç y Bayona.
Vista del público con Francina Armengol y Fanny Tur en primera fila.

“Ni un ejercicio de melancolía, ni de nostalgia; son los retratos de una serie de episodios y aventuras; y el retrato de la historia de una sociedad”. Así se refería el periodista Andreu Manresa a las dos nuevas publicaciones sobre la emigración balear a Francia que acaba de lanzar la Administración autonómica en la colección  ‘Els camins de la Quimera’.

El Govern acaba de dar a conocer los dos nuevos libros; ‘Instans i instantànies dels restaurants dels emigrants de S’Arracó a França’, de Miquel Ferragut Pujol; y ‘Emigranció dels campaneters a Europa’, de Damià Ferrà-Ponç, que publica la Fundació Balears a l’Exterior. En la presentación, celebrada en la sede del Institut Ramon Llull de Palma, estuvieron los dos autores, junto a Andreu Manresa, el coordinador de la colección, Joan Buades, y el director general d’Acció Exterior, Jordi Bayona.

Miquel Ferragut describió en su intervención cómo S’Arracó fue primero un lugar de emigración para después recibir a todos estos mallorquines retornados, que llenaron el lugar de pequeños establecimientos una vez que el turismo llegó a la isla y después de que por los efectos de la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial se viesen empujados a volver.

Apuntó la curiosidad de que la gastronomía mallorquina no se ofrece en estos locales, a diferencia de lo que sucedía en los negocios que estos emigrantes crearon en Francia, donde se podían degustar caracoles y sopas mallorquinas.

Estos oriundos de S’Arracó que emigraron volvían todos los veranos a su tierra, hasta que en el año 1936, a causa de la Guerra Civil española, se cerraron las fronteras y no pudieron retornar hasta el año 1942. “S’Arracó se convirtió en un pueblo triste, de gente cansada”, indicó Ferragut. Una vez que pudieron volver a su tierra, muchos optaron por quedarse definitivamente.

Por su parte, Damiá Ferrà-Ponç explicó que la emigración de Campanet fue muy distinta, provocada porque el pueblo no supo crecer al mismo ritmo que una población muy dinámica. Casi todos los emigrantes se dedicaron a los negocios de las frutas y con el dinero ganado en Europa se crearon lujosas ‘possessions’ en Campanet.

A los campaneters la ocupación nazi los sorprendió dispersos por toda Francia y con presiones tanto de los alemanes para que los abasteciesen de frutas como de la Resistencia para que no lo hiciesen. Aunque la mayoría optó por intentar pasar desapercibido, algún oriundo de Campanet tuvo que pasar años en la cárcel por colaborar con los nazis y a algunos no se les renovó el permiso de inmigración, por lo que tuvieron que volver a España.

También despacó algún emigrante por ayudar a la Resistencia a pasar a personas a España. La última ola de emigración de Campanet fue la que, una vez llegado el turismo, necesitaba saber idiomas para atender a los visitantes, pero carecía de medios para pagar un profesor. Por ello, partieron, sobre todo, a Suiza, donde, además de ganar dinero, tenían la oportunidad de conocer las lenguas de un país plurilingüe.

El acto de presentación de los libros lo cerró Jordi Bayona, que explicó que su labor al frente de la Direcció General d’Acció Exterior le permitió conocer la complejidad y el peso de la emigración balear, especialmente en países como Argentina, Cuba o Puerto Rico; con descendientes de isleños que aún tienen una estrecha relación con la tierra de sus abuelos manteniendo las costumbres más arraigadas a miles de kilómetros de distancia y pese al paso de los años.

Entre el público asistente, además de oriundos de las localidades señaladas retornados de Francia, estaban la presidenta del Consell de Mallorca, Francina Armengol, y la directora adjunta del Institut Ramon Llull, Fanny Tur.