Historia del asociacionismo español en esta zona del país

La Asociación Española 5ta. Socorros Mutuos fue fundada hace 155 años en la capital del departamento de San José, a unos ochenta quilómetros de la capital uruguaya, y hoy tras una refundación vuelve a ser orgullo de la capital del departamento maragato.
Dicha refundación se registró en 1980 cuando se le nominó como Instituto Cultural Español de San José, pero es bueno recordar aquel 5 de agosto de 1860 cuando un grupo de emigrantes españoles residentes en la Villa San José de Mayor, “con el loable y benéfico fin de socorrerse y protegerse mutuamente”, así como “afianzar más los vínculos de amistad, unión y fraternidad que deben existir entre los hijos de una misma nación” deciden fundar aquella quinta Asociación Española de Socorros Mutuos, ya que existían en todo el Uruguay cuatro anteriormente inauguradas.
Tanto las Asociaciones Españolas organizadas en Buenos Aires y Montevideo, así como alguna más que funcionaba en el interior uruguayo, estaban dando muy buenos resultados, teniendo en cuenta preferentemente la atención de sus socios en caso de enfermedad y la protección de huérfanos y viudas.
La Villa San José tenía en ese entonces unos 3.000 habitantes, muchos de ellos emigrantes españoles e italianos. Se trataba de un descampado por plaza y frente a ellos dos edificios importantes y modestos: el antiguo cabildo, sede de la Jefatura de Policía y Comandancia Militar, y la pequeña iglesia en que se destacaba el campanario, con remate de azulejos de fuentes y platos de loza, que estaba siendo insuficiente para los fieles, en los oficios religiosos, según recuerdan los historiadores.
Las calles de tierra, polvorientas en verano, intransitables cuando llovía en invierno, escasa iluminación de faroles a vela, pocas construcciones de material, tres o cuatro con mirador, y muchos ranchos, albergaban a la población.
En el invierno de 1860 se formó una Comisión de Dirección y Observancia integrada por cinco miembros (Félix Ramón Blanco, Genaro del Cerro, Juan Quintana, Juan Villabona y Pedro Salguero), que comenzaron las actividades y comunicaron la instalación de la Asociación al ministro español Juan Creus y al jefe de Policía de San José, José S. Sierra.
La colectividad española comenzó a registrarse como socios y la Asociación se preocupó de socorrerlos en sus “enfermedades y consecuencias”, contrató médicos, compró medicamentos, se encargó de la internación en Montevideo, ayudó a viudas y menores, prestó dinero a socios y compró nichos en el nuevo cementerio, recientemente habilitado en la Villa.
Las fiestas no estuvieron ausentes, especialmente las de San Juan y las de Santiago Apóstol, patrono de la institución. Para esta última se celebraba, todos los años a las 10 de la mañana del 25 de julio, una misa solemne en la que participaban autoridades civiles, militares y la Asociación con sus estandartes y banderas. Luego de la ceremonia se brindaba con los asistentes por la unión de todos los españoles.
En 1867 el vicecónsul español, Isidro del Valle, donó una bandera española “de 4 varas y media de largo de buen merino”. Eran frecuentes los paseos campestres, con la alegría de los coros improvisados y las romerías con sus bailes y comidas típicas.
Al finalizar el siglo XIX un grupo de siete médicos prestaban sus servicios y la Asociación atendía a centenares de socios españoles y sus descendientes.
Por su parte, en 1911, Cándido Marín donó seis cuadras junto al puente del arroyo Carreta Quemada para la realización de romerías y fiestas. Asimismo Eladio García y Federico Marín arreglaron una bandera española con escudos bordados para inaugurar con ella el Campo Español.
A partir de los años 50 decae radicalmente la actividad en dicha sede a pasar varios años en ser nula. En 1980 se reformaron los estatutos y se llamó a ampliar los mismos, creándose el Instituto Cultural Español de San José, que pasa a tener otros cometidos que los iniciales -que fundamentalmente era la ayuda mutua- apostando por fomentar la cultura sobre todo española, propiciar la sociabilidad entre los asociados, desarrollar actividades sociales por intermedio de reuniones y auspiciar el trabajo de terceros siempre que difundan los principios anteriores.