Elecciones de los CRE y del CGCEE: Representatividad, legitimidad y representación

Artículo de Ángel Capellán, consejero de la Ciudadanía Española en el Exterior por Estados Unidos

Es mucha la “tinta” que ha corrido recientemente sobre la representatividad de los Consejos de Residentes y del Consejo General en vistas a los resultados desastrosos de las elecciones a los CRE.
Todos conocemos las muchas reacciones que se han expresado de despecho, rechazo, y frustración ante los resultados. Muchos han cuestionado tanto la validez, como la legimidad y la representatividad de los CRE y el Consejo General -en definitiva su verdadera existencia.
Comprendo muy bien que estos sentimientos son reales y diría que todos los sentimos pues ¡quién puede sentirse legítimamente satisfecho con mecanismos como los que nos llevan a resultados tan desafortunados!
Pero, lo último que podemos y debemos hacer es declarar nuestra derrota y ponernos en retirada.
¿Por qué? Porque formamos parte de un colectivo de dos millones de españoles cuyos derechos no van a ser defendidos eficazmente por nadie si no es por nosotros. Y nadie en absoluto puede o debería cuestionar la legimidad de nuestra lucha y nuestro esfuerzo. Si así es, no tenemos otra opción sino la de seguir luchando, con mucho más ahínco si cabe, precisamente como miembros de estas instituciones que son las que nos dan legitimidad para realizar nuestra labor.
Aunque ninguno de los diccionarios que consulto (de la lengua, jurídicos, de uso) ofrecen una definición clara y precisa de los conceptos de “representatividad” o “representación” pienso que hay una acepción relativamente clara del uso común de los mismos.
¿Son representativos los CRE y el CG con los resultados de las elecciones que celebramos? Aquí pienso que tendemos a confundir fácilmente lo que sería la idea de “representatividad” de una encuesta o sondeo político con lo que sería ese mismo término aplicado a unas elecciones.
La validez de la encuesta o sondeo está en relación directa al número de participantes. Cuantos más, más representativa y fidedigna es.
Sin embargo los resultados de unas elecciones son siempre representativos de ese proceso, sea cual sea la particpación que haya habido del electorado. No importa cuál fue el número de votantes, el cuerpo elegido siempre estará autorizado para representar al colectivo para el que se elige. Cierto que el término también se usa con frecuencia para indicar precisamente eso: que un proceso electoral con baja participación es poco representativo pero si la participación es alta sí lo es. Así pues, es cuestionable el énfasis excesivo en la representatividad de los CRE y CG que surgen de nuestros procesos electorales, pues en estas evaluaciones hay un exceso de estimaciones subjetivas.
Con todo, nadie puede cuestionar la legitimidad de un proceso electoral, ni del organismo y sus componentes que resulte de este proceso, siempre que haya discurrido de acuerdo con las leyes establecidas. Y por ello, casi unánimente (salvo raras excepciones) los CREs y CG que resultan de nuestros procesos electorales son totalmente legítimos. Más aún el cuestionar su legitimidad es ya de por sí una actitud derrotista que no lleva a ninguna solución ni favorece la acción de los organismos resultantes. Es una actitud no justificada ni constructiva, pues no es válida.
Mucho peor aún es la expresión que con frecuencia hemos oído de que “los CRE y el CG no representan a nadie” o incluso de que “no valen para nada”. Entramos en la idea de REPRESENTACIÓN (sí, en mayúsculas). Estas expresiones y declaraciones son no solo esencialmente incorrectas sino nefastas para nuestro colectivo. Dan amplia mecha y fuego innecesarios a quienes ya buscan alegaciones para disminuir o incluso anular el impacto de estas instituciones. Muy en contra de lo que deberíamos manifestar, tan solo crean un sentido de alarma y desaliento, poco constructivos. Los CRE, sea cual sea la participación electoral que los haya establecido representan en teoría y deben representar en la práctica a todos los españoles en su demarcación. Lo mismo ocurre con el CG que representa a todos los españoles en el exterior sin distinción alguna.
Por ello, la obligación contraída de los consejeros en ambos organismos de manera alguna disminuye ni aumenta en relación con el número de votantes que hayan participado. Dichos miembros tienen la obligación moral y legal de dedicarse a la representación y defensa de los derechos de los españoles en el exterior en la medida en que esté a su alcance.
Pienso que casi ningún español en el exterior, ni siquiera los críticos de estas instituciones, afirmarían que los españoles en una demarcación consular estarían mejor sin un CRE que con él establecido, aun cuando éste fuera poco eficaz. Esto debe darnos mucho que pensar.
Algunos corolarios se imponen en este análisis.
En nuestras consideraciones, podemos lamentar los malos resultados, pero eso no basta. Se impone que busquemos las causas, que cuestionemos la validez de los mecanismos que nos dan tales resultados y que propongamos y defendamos las soluciones que han de corregirlos.
Primero debemos encaminar nuestros esfuerzos a examinar las causas de la baja participación. Nadie mejor para definirlas que nosotros. Vemos repetidamente que los políticos, gobernantes y partidos políticos se equivocan en sus evaluaciones con demasiada frecuencia, precisamente porque no nos escuchan, ni consultan, ni conocen debidamente. Nuestra crítica y nuestra lucha deberían enfocarse en cuestionar las prácticas establecidas que fallan en estos procesos. Toda la energía que esgrimamos en proclamarlas y exponerlas será poca.
Además, debemos buscar y proponer soluciones razonables, factibles para corregir esos fallos así como los mecanismos más eficaces para conseguir los cambios que buscamos.
Por encima de todo lo dicho, una vez establecido un CRE, los ciudadanos españoles en el exterior tienen el derecho y el deber de exigir a sus miembros una dedicación eficaz, una disponibilidad razonable a la comunidad que les ha elegido (fuera cual fuera la prticipación), y una seria puesta en marcha de las plataformas electorales que presentaron. Con demasiada frecuencia hay CREs que malamente sobreviven o ejercen las obligaciones de su mandato. Esto no debía ocurrir nunca. La pasividad de la comunidad es el mayor enemigo de la eficacia de la gestión de los CRE. Precisamente parte de la misión de los CRE es pues una búsqueda de cómo estimular y concienciar al colectivo al que representan.
En resumen, no nos derrotemos a nosotros mismos. No seamos nuestros peores enemigos. Una crítica honesta, constructiva, valiente, infatigable basada en un exigente análisis de los problemas es siempre al arma más eficaz del cambio. En nuestras manos está la responsabilidad de buscar los medios y las iniciativas que nos den mejores resultados.
Ángel Capellán
Consejero de la Ciudadanía Española en el Exterior por Estados Unidos