Con la ley en la mano

El voto por correo: una vergüenza

Por Ricardo Martínez Barros

En 2008 se calcula que había 1,2 millones de emigrantes españoles inscritos en el Censo Electoral de los Residentes Ausentes (CERA). Actualmente la cifra asciende a casi 2 millones. En 2008 se cifró en 384.000 las papeletas con voto que llegaron desde el extranjero, y ocho años después no creo que superen las 100.000. Es decir, pese a que aumentó el número de emigrantes desde el año 2008 en un 40%, lo cierto es que el número de votantes que hacen uso del ‘voto rogado’ disminuye en casi ¡¡cuatro veces!!

La introducción del ‘voto rogado’, con la reforma legislativa de 2011, ha supuesto un ‘frenazo’ inadmisible en los derechos que le vienen reconocidos a los emigrantes, especialmente en los arts. 14, 23 y 42 de la CE.

Y esto es algo que merece la pena analizar. Porque ya no es una cuestión de ‘siglas’ o de orientaciones partidistas, esta es una cuestión de Estado. Es una cuestión que afecta a una sociedad indolente y complaciente con este problema y que considera a la ‘emigración’ como algo residual y calificado como un mal menor. Y esto no va a cambiar mientras los que aspiran a gobernar no sean capaces de entender que la ‘función pública’ no consiste en hacer aquello que rentabilice más votos sino en procurar la solución de aquello que se advierte como necesario.

Sea cual sea el resultado de estas elecciones, la mayoría de los emigrantes españoles no habrán participado con su voto en la elección de los candidatos. Y resulta muy preocupante que el colectivo que más contribuye al enriquecimiento económico, social y cultural de este país (pensemos en los dos millones de personas, con un alto porcentaje de jóvenes profesionales que trabajan o estudian en el extranjero) no merezca un tratamiento más acorde con su importancia en nuestro inmediato futuro

Debieran sentirse avergonzados todos los candidatos. Y debieran pedir perdón. Aunque esto no será suficiente. Con algo más de inteligencia y sensibilidad, podrían, al menos, asumir que en materia de emigración hay que partir de cero y construir otro andamiaje que permita, incluso, que ese gran potencial económico, personal e intelectual se aproveche en beneficio de esta sociedad a la que seguimos llamando, por ahora, España.

Y mientras todo esto no se cambie de forma sustancial y adecuada seguiremos denunciando que el voto por correo que se ha regulado para los emigrantes es una vergüenza.