Millones de personas en todo el mundo siguieron por televisión la final de la Liga de Campeones que se disputó el pasado 28 de mayo entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid en el estadio San Siro de Milán y que se decantó en la tanda de penaltis a favor del equipo blanco.
Pero si hubo un lugar donde se siguió con un especial interés este fue en el pueblo belga de Vilvoorde, de donde procede el jugador del Atlético de Madrid Yanick Carrasco, nieto de un emigrante andaluz originario del pueblo cordobés Peñarroya-Pueblonuevo que llegó a Vilvoorde allá por la década de los 50 del siglo pasado.
Juan Carrasco y Manuela Romero ya fallecidos, naturales del pueblo cordobés, fueron padres de siete hijos: Juan, Vicente, Laureano, Antonio, Librada, Julia y Manuel, todos ellos residentes en Vilvoorde o pueblos adyacentes, siendo Juan, el mayor de los hermanos, el padre de Carmen, madre de Yanick Carrasco el autor del gol del Atlético de Madrid que durante casi una hora dejó soñar a los colchoneros con conseguir por primera vez en su historia el tan ansiado título europeo.
La Peña Andaluza y el Centro Cultural Andaluz Cultural y Deportivo Peñarroya de Vilvoorde acogieron ese día a cientos de españoles que siguieron el partido con grandes expectativas y emoción. Pero si hubo un lugar donde las emociones se dejaron notar con mayor fuerza este fue el café español Ster donde, detrás del mostrador sirviendo a los clientes, estuvo Manuel Carrasco, tío de Carmen, la madre de Yanick. Un hombre campechano y alegre donde los haya. Los nuevos dueños del café Ster, Juan Carlos Galindo y María Jesús Montserrat, llegaron de Madrid hace unos meses para hacerse cargo del negocio pues, según nos cuenta el matrimonio, al no haber trabajo en España se han visto obligados a emigrar, al igual que otros miles de españoles, en busca de una oportunidad para sacar a su familia adelante, lo que están consiguiendo a fuerza de sacrificios.
El matrimonio, verdaderos forofos del equipo colchonero, siguieron las incidencias del encuentro con la emoción habitual de estas ocasiones rodeados de docenas de amigos que al igual que ellos soñaban con llevarse la copa. Otra vez será, nos dijeron resignados.