El Centro de Mayores ‘Miguel de Cervantes’ de Londres organiza una visita a la tumba de Catalina de Aragón

La hija de los Reyes Católicos está enterrada en la Catedral de Peterborough

Los socios del Centro de Mayores ‘Miguel de Cervantes’ ante la fachada de la Catedral de Peterborough.

El pasado marzo, con motivo del Día Internacional de la Mujer, Charo Padilla, secretaria de la Consejería de Trabajo e Inmigración de la Embajada de España en Londres, dio una charla en el Centro Social de Mayores Miguel de Cervantes sobre la figura de Catalina de Aragón con el título ‘Catalina de Aragón, infanta de Castilla, princesa de Gales, reina de Inglaterra, por encima de todo, madre’.
La conferencia obtuvo una extraordinaria acogida entre los socios del centro quienes se dejaron seducir por la pasión con la cual la conferenciante Charo Padilla presentaba los hechos históricos. Era evidente que se requería dar cabida entre las habituales salidas mensuales que realiza este Centro a una visita a la Catedral de Peterborough.
Así el viernes, 13 de mayo, a las ocho treinta de la mañana, partía el autocar repleto de socios ansiosos de conocer la tumba de la reina Catalina de Aragón, primera esposa de Enrique VIII y madre de la reina Mary I, única reina cuyos restos no reposan en la Catedral o en la Abadía de Westminster de Londres.
La Catedral de Peterborough constituye una joya arquitectónica del románico normando y del gótico inglés. Fue erigida entre 1118 y 1238 sobre los restos de una abadía benedictina. A través de la variedad de estilos que conforman esta construcción, la Catedral de Peterborough adquiere así un conjunto arquitectónico de gran solera.
En cuanto a la tumba de Catalina de Aragón, ésa no puede ser más sencilla: una lápida oscura situada en el ala norte con inscripciones que delatan la presencia de los restos de la hija de los Reyes Católicos. Encima, unas palabras en letra grande dicen ‘Catalina reina de Inglaterra’ y estandartes de los reinos de Castilla y León, de Aragón e Inglaterra.
Esta sobriedad sorprendió a los excursionistas quienes habían preparado un ramo de rosas rojas para depositarlas en honor a la memoria de esta gran mujer culta, sacrificada y entregada a la misión que se le tenía asignada como princesa y luego reina e, irónicamente, muy querida por el pueblo británico.