Benedicto XVI advierte de los riesgos de seguir a Dios fuera de la Iglesia

Fueron muchos los mesajes que lanzó Benedicto XVI durante su multitudinaria estancia en España. Entre los dirigidos a los fieles, destaca el enviado durante la misa en Cuatro Vientos, ante más de 1,5 millones de jóvenes. Les advirtió de los riesgos que supone el seguir a Dios fuera de la Iglesia, entre los que señaló el peligro de no encontrar a Jesucristo y el caer en el individualismo que señaló que caracteriza la sociedad actual. Otro peligro que señaló es que se puede seguir una imagen falsa de Dios. En esta misa multitudinaria, pese al calor y a la posterior lluvia, los jóvenes no cesaron de corear lemas como: “Ésta es la juventud del Papa”.

En un acto anterior, con religiosos de diversas congregaciones, Benedicto XVI dijo que lo más urgente es la radicalidad que debe ser la marca de la juventud: “Frente al relativismo y la mediocridad surge la necesidad de esta radicalidad. La consagración de la pertenencia de Dios”. Añadió que esa radicalidad “se expresa en la comunión filial con la Iglesia, con los pastores, con el magisterio de la Iglesia y con la tradición cristiana”.

Además, el Pontífice pidió a los seminaristas que sólo se conviertan en sacerdotes si están absolutamente convencidos de tener vocación y dispuestos a cumplir a pies juntillas con los preceptos de celibato, desprendimiento de los bienes materiales, austeridad y obediencia. Una de las imágenes curiosas fue ver cómo las monjas le hacían al Papa la ‘ola’, que los hinchas suelen dedicar a los jugadores de fútbol.

En su estancia en España, Benedicto XVI recibió a Sor Teresita, una monja de 103 años que rompió su voto de clausura para saludar al Papa en la Nunciatura Apostólica de Madrid por invitación del Santo Padre. La religiosa regaló al Pontífice un libro acerca de su vida firmado por ella misma con una dedicatoria “muy especial” y un rosario blanco. El Papa también escuchó  a un niño con cáncer, ante cuya silla de ruedas se paró un minuto. Le entregó el pequeño la siguiente pregunta: “Santo Padre, ¿por qué Dios, si es bueno y omnipotente, permite enfermedades como la mía en personas inocentes?”. El Papa le prometió una respuesta.