La Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood es la encargada de conceder los Óscar que anualmente premian los mejores filmes en sus distintas manifestaciones. Son 6.000 jurados los que hacen la selección y que, curiosamente, no son críticos especializados, sino profesionales del cine de alguna de las 17 áreas de la industria (actores, músicos, estilistas, diseñadores de vestuario, editores, productores, directores, guionistas, etc.) los que eligen a los ganadores.
Posiblemente sus decisiones, en más de una ocasión, puedan considerarse injustas o incomprensibles; pero se nos antoja bastante difícil el que pueda manipularse la voluntad de tantos. El sistema y el resultado se acepta y celebra. Y es difícil ver premiada una obra que no tenga un mínimo de calidad.
Cuando en la antigua Grecia la tiranía dio paso a la democracia (s. VI a.C) todos los ciudadanos, excepto los metecos (extranjeros) y los esclavos, se constituían en Asamblea (Ekklesía) para adoptar por mayoría las decisiones sobre su política municipal.
En las sociedades actuales, con mayor o menor concentración personal de poder, existe una tendencia a personificar en un solo individuo la adopción de decisiones que requieren el contraste del conocimiento y la ponderación en el análisis del problema.
Se va a cumplir un año, si no se ha cumplido ya, desde que el COVID-19 ha mutado las costumbres e inercias de la Humanidad. No se libran ni las islas más remotas. En una guerra mundial siempre hay países, lugares neutrales al margen del conflicto. Pero con esta pandemia, nadie está a salvo. Y siendo, como es, un problema de salud global parece que lo más acertado sería contar con un ejército ensamblado de biólogos, virólogos, sociólogos, empresarios, trabajadores…para que las directrices que se imparten viniesen impregnadas de todo el saber y experiencia de los componentes de esa supuesta comisión o jurado para lograr el mejor resultado y conciliar los intereses económicos y las exigencias sanitarias. Pues, no. La Comisión no existe; las directrices las marca un filósofo y las ejecuta un teólogo que, a lo mejor, hasta es acertado, pues uno y otro están siempre más cerca de la verdad (en griego, philein=amar y sophos=sabiduria). Sin embargo, la cruel realidad de los números nos recuerda día a día que esto sobrepasa los principios filosóficos y teológicos.
Este comportamiento egocéntrico del ser humano no es extraño al mundo de la emigración y sus problemas. ¿Quién decidió el actual voto rogado? ¿Quién elabora las directrices que habrán de aplicarse a los españoles en el extranjero que se enfrentan a continuos problemas de salud, de estabilidad económica, de ejercicio de sus derechos, de conservación de sus intereses? ¿Qué participación tienen los distintos grupos, asociaciones, familias de emigrantes en la toma de decisiones? La contestación que se nos da es siempre la misma: ES UN PROBLEMA MUY COMPLEJO… EN EL QUE ADEMÁS INTERVIENEN OTROS PAÍSES. Y así se cierra el debate y se suceden los cargos y las políticas que se dice protectoras y que no sabemos muy bien de qué. Se me ocurre crear, con 6.000 emigrantes de distintas edades, profesiones, nacionalidades,…, la Academia de las Artes y Ciencias de la Emigración cuya sede rotaría por los distintos países de acogida y a la que habría que dotar de presupuesto y medios para que otorgasen y diesen publicidad a unos premios en los que se valorase la ineptitud, la ineficacia y el abandono que sufren determinados colectivos de emigrantes a los que solo se les reconoce a la hora de exigirles el doble pago de impuestos. Es cierto, estamos ante un problema complejo. Porque si no lo fuese, dejaría de ser problema. Pero aquí no estamos para resolver lo que ya está resuelto, sino para resolver precisamente los PROBLEMAS COMPLEJOS.
(*) Fundador del Despacho Martínez Barros en Vigo, uno de los más prestigiosos y grandes de Galicia, formado por abogados gallegos. Director de los servicios jurídicos del R.C. Celta y Vicepresidente en su día. Persona ligada a la emigración con más de 1.500 artículos publicados en varios medios.