NUEVA EMIGRACIÓN

“Es muy duro vivir lejos de las familias y de los amigos de siempre, eso no se puede suplir”

Isabel y Pablo llevan seis años de experiencia migratoria en Chile

Pablo Arnuncio, Isabel Herranz y la pequeña Isabel.

Isabel Herranz y Pablo Arnuncio responden al perfil del nuevo emigrante español: jóvenes profesionales con alta cualificación que en los últimos años han decidido emprender una vida en el extranjero, ya sea por los problemas para encontrar un trabajo en España o por las oportunidades laborales surgidas como efecto de la globalización.

Así lo cuentan ellos mismos: “El motivo principal para irnos a vivir fuera fue una buena oportunidad laboral en Chile, en una época de mucha incertidumbre en España, acompañado por una curiosidad y ganas de vivir una aventura diferente y conocer la experiencia de vivir lejos de casa”, señala Isabel.

Ya llevan casi 6 años viviendo en Santiago de Chile con su hija Isabel que llegó con 2 años y ya cuenta 8. Para ellos la emigración en familia tiene sus pegas pero también sus ventajas. “El hecho de emigrar implica muchas dificultades para cada uno de los miembros de la familia, porque cada uno ha de buscar su sitio en un entorno totalmente nuevo y cada uno tiene sus desafíos (nuevo trabajo, nuevos amigos, la casa, el colegio, motivación para buscar nuevos retos, la lejanía,…). Hay muchas piezas que encajar y el aterrizaje siempre es duro”, afirma Pablo.

“Sin embargo, -añade- la familia constituye un apoyo clave en el aterrizaje. Es una oportunidad enorme para conocerse mejor, para vivir con más independencia y se producen muchas situaciones en las que el apoyo, el entendimiento y la empatía hacen que los lazos se vayan estrechando”.

Para este joven ingeniero industrial de 43 años nacido en Madrid “es muy importante entender la situación de cada miembro en cada momento y estar atento a los problemas que van surgiendo. Si no se produce esta comunicación y este entendimiento, el efecto puede ser contrario y se pueden ir generando distancias y problemas en las relaciones familiares. En nuestra experiencia en este sentido ha habido épocas mejores y peores y lo importante es entender a los familiares y estar muy atento para estar ahí cuando se te necesita”.

Obviamente las dificultades existen, en muchos casos todo lo relacionado a la economía. “El primer problema que nos encontramos -señala Isabel- fue que los precios en muchos ámbitos (vivienda, cesta de la compra, ropa,…) eran muy superiores a lo que nos habíamos imaginado. Por ejemplo, llegamos en una época en la que los alquileres de los pisos estaban en máximos y nos costó bastante encontrar un piso que se adaptase a nuestras exigencias y presupuesto”.

Y a eso hay que sumar otros obstáculos muchas veces inesperados, porque el hecho de establecerse en un país con una cultura hermana, como es Chile, no significa que no haya que adaptarse.

“Hay otro problema que puede parecer gracioso y no deja de ser una anécdota y es el idioma. Aunque hablamos la misma lengua, los chilenos utilizan muchas palabras y giros diferentes y hablan muy rápido por lo que al principio tuvimos alguna situación graciosa en la que parecía que habíamos aterrizado en Noruega, más que en un país hispanohablante”, cuenta Isabel, licenciada en Derecho y Gestión Empresarial .

En esta misma línea destaca que “otra novedad (no le llamaría problema) fue ir conociendo la manera de ser de los chilenos. Obviamente, toda generalización es muy injusta, pero hay algunas características que son muy curiosas. Dos ejemplos: son muy cumplidores con la norma y el proceso (no intentes que en una ventanilla te perdonen un papel o que hagan alguna excepción para cualquier trámite por mínima que sea. Es imposible) y casi nunca dicen no, eluden la confrontación. Por tanto, si tú preguntas algo y te contestan otra cosa o simplemente no te contestan, no pienses que no te han oído…la respuesta es no. Supongo que cada país tenemos lo nuestro, también me hace mucha gracia escuchar lo que dicen los chilenos de nosotros que decimos muchos tacos, gritamos, somos muy directos, etc”.

Y como en todo proceso de integración social, las relaciones personales adquieren una relevancia fundamental, y así lo describe Isabel: “Claramente, el mayor reto fue ir conociendo cientos de personas nuevas, ir dándote cuenta de quiénes podían llegar a ser amigos (pensábamos que a nuestra edad, ya teníamos suficientes), ir filtrando y profundizando en las relaciones e ir construyendo esas amistades. Desde luego que una de las cosas más importantes que nos llevaremos de aquí es un grupo de amigos que mantendremos para siempre y con el que tenemos un nexo muy profundo debido a que, ante la falta de la familia de origen, se generan vínculos muy intensos con amigos nuevos”.

Además de las relaciones personales, en el proceso migratorio también tienen importancia las relaciones con la administración y todo lo que se puede denominar genéricamente como burocracia.

En este sentido, la experiencia de Isabel y Pablo ha sido positiva. “En los casos en los que hemos necesitado realizar algún trámite, el Consulado español ha respondido siempre de una manera correcta”, señalan.

Por otra parte, añaden que “desde el primer día, nosotros hemos estado rodeados de españoles. El colegio, la zona en la que vivimos, la empresa por la que llegamos. Hemos conocido cientos de españoles en situación muy similar a la nuestra y muchas veces ha sido un apoyo”. Respecto a las entidades de la colectividad saben que existen y que hacen muchas cosas, “pero no hemos tenido la necesidad de acudir a ellas”.

Y si la experiencia migratoria puede resultar traumática para los adultos, se podría pensar que para los niños lo es todavía más. Sin embargo, no tiene por qué ser así. “Por nuestra experiencia personal y por la mayoría que hemos visto en otras familias, los niños se adaptan más rápido que los adultos. En algunos puede costar más o menos, ya que los cambios siempre son difíciles pero al final se adaptan y para ellos vivir fuera de España supone una experiencia impagable que se llevarán consigo toda su vida”.

“En nuestra opinión, la adaptación más difícil es la del adulto que llega sin trabajo (mujer o marido del expatriado). En muchos casos, la adaptación cuesta y es difícil encontrar un sitio en la sociedad, buscar un trabajo, nuevos amigos, llenar todas las horas del día dándole sentido a tu vida más allá del cuidado de los hijos y la vida familiar. En estos casos, sí hemos vivido situaciones donde la adaptación ha sido mucho más difícil y donde el apoyo de la familia es clave”.

Mantener la identidad española en el caso de los menores es una constante. “En nuestro caso, afortunadamente hemos tenido desde el principio la posibilidad de viajar a España dos veces al año, razón por la cual nuestra hija de ocho años, que ha pasado la mayor parte de su vida en Chile, mantiene vínculos estrechos con España. A pesar de que la mayor parte de sus amigas, evidentemente, son chilenas, nos ha parecido importante que ella mantenga los vínculos con España”, señala Pablo.

Y al igual que la emigración de siempre, reconoce que “dado que Chile es un país con un alto nivel de emigrantes españoles y dado nuestro carácter endogámico es sencillo rodearte de ambiente español y esto ayuda a no perder las raíces”.

Otra constante de la emigración es el retorno. La posibilidad de volver a España siempre está ahí y en este caso concreto mucho más. “Desde el primer momento supimos que nuestra estancia sería por un tiempo limitado. Es cierto que el periodo se ha ido extendiendo y actualmente no tenemos una fecha de vuelta concreta, pero en nuestra mente está volver en el corto plazo”, explica Isabel.

Pero emigrar siempre es difícil, incluso hoy en día. “Hay un tema muy duro que es vivir lejos de las familias y de los amigos de siempre. Aunque vamos a España dos veces al año (Navidad y verano español), lo más duro de vivir tan lejos -Chile está a 13 horas de vuelo- es no estar con la familia. Perdernos cómo están naciendo y creciendo sobrinos, cómo se están haciendo mayores nuestros padres, las cosas del día a día que hablábamos con nuestros amigos de siempre. Eso es duro y eso es lo que definitivamente no se puede suplir con nada viviendo tan lejos”.

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