Del 16 al 24 de diciembre se llevan a cabo las tradicionales posadas mexicanas que preparan el ánimo para recibir la Navidad con música, comida, piñatas y mucha alegría. Los centros españoles en México se unen a este festejo que reúne a las familias en un convivio milenario y lleno de color.
Así, el Real Club España celebró como cada año una posada en sus instalaciones de Insurgentes Sur, a donde acudieron cientos de socios y amigos, que fueron recibidos por el presidente de la asociación, Rafael Ruiz y su esposa Ana Solana, acompañados de José Antonio Noriega, administrador del Club, y Alejandra Gómez, directora de festejos, artífices de esta noche mágica.
Durante el evento, los asistentes pudieron disfrutar de una típica cena mexicana compuesta de pozole y una variedad de antojitos mexicanos, para rematar con ponche y café de olla (endulzado con piloncillo) y churros.
Al término de ésta, llegó el momento de “pedir posada”, una antigua costumbre que recrea el peregrinaje de María y José en busca de albergue en Belén, a través de una letanía cantada, en donde participan dos grupos, el de los peregrinos (María y José) y los hosteleros, que finalmente se reúnen en santa paz, tras reconocer a los protagonistas de la historia.
Posteriormente, unieron fuerzas para romper las piñatas, para lo cual los más jóvenes se apuntaron con gran entusiasmo, hasta conseguir las golosinas almacenadas en su interior.
La noche terminó con la actuación del grupo musical Danco, que puso a bailar a todos hasta la madrugada.
Historia
El origen de estas fiestas mexicanas se remonta a la época de los aztecas, quienes celebraban el nacimiento del Sol durante el solsticio de invierno entre el 20 y 23 de diciembre, así como la llegada de Huitzilopochtli, el dios de la guerra. Tiempo después, los españoles al darse cuenta que el festejo coincidía con las fechas de Navidad, decidieron adaptarlo, fundiéndose finalmente en una celebración bicultural.
En un principio se les llamó ‘Misas de aguinaldo’ y se llevaban a cabo en los atrios de las iglesias y conventos. La celebración consistía en proclamar la misa junto con pasajes y representaciones alusivas a la Navidad; adicionalmente se daban pequeños regalos a los asistentes, conocidos como aguinaldos. La primera posada registrada fue en 1587, con la venia del Papa Sixto V. Con el tiempo, las posadas salieron de los conventos para celebrarse en calles y barrios, integrándose con el tiempo y, el ingenio del pueblo, diversos elementos cargados de simbolismos.
Letanías: Son cantadas por dos grupos que se contestan uno al otro: los peregrinos, María y José y los hosteleros. Los participantes deben llevar velas para alumbrar el camino.
Piñata: La forma tradicional debe ser una estrella de siete puntas que representan los pecados capitales: soberbia, avaricia, gula, lujuria, pereza, envidia e ira. Por ello, quienes le pegan deben tener los ojos vendados, pues simboliza la fe ciega. La piñata debe romperse con un palo -que representa la fuerza de Dios- hasta que se abre y cae la recompensa, que son los dulces y las frutas.
Ponche: Bebida caliente que se prepara con ingredientes de la temporada como guayaba, tejocote, cañas y manzana.