El Centro Gallego de Montevideo homenajea a los socios que cumplen 25 y 50 años en la entidad

El centro gallego más antiguo del mundo conmemora el día 3 de septiembre su 143º aniversario

Directivos y homenajeados en el Centro Gallego de Montevideo.

El 30 de agosto de 1879 se fundaba el Centro Gallego de Montevideo, el primero en la diáspora, y 143 años después de aquella asamblea, los directivos presididos por Ramón Lorenzo homenajearon a los socios que cumplieron 50 y 25 años en el padrón social en 2021 y 2022.

El teatro de la histórica sede patrimonio de la galleguidad y de la ciudad de Montevideo, poco a poco se fue colmando de familias gallegas que, junto a los directivos, intercambiaban abrazos tras dos años sin poder celebrar este acontecimiento en el aniversario de la institución.

El presidente Lorenzo agradeció la presencia de todos luego que Walter Echenique, maestro de ceremonias en la ocasión, le solicitó su mensaje. Entre los invitados estaba presente la delegada de la Xunta de Galicia en Uruguay, Elvira Domínguez.

La primera en recibir la medalla de plata por sus 25 años en el padrón social fue Julia González, la creadora del grupo folklórico Alborada del Centro Gallego, quien emocionada recordó a quienes apoyaron este grupo de gran calidad artística.

La celebración contó con la participación de todos los directivos que fueron entregando las medallas de reconocimiento, que tuvo en la entrega por parte de Ramón Lorenzo a su esposa, Carmen Estévez, en tanto el maestro de ceremonia Walter Echenique lo hizo también con su esposa Mercedes Chamorro.

Los Lema, padre e hija, también fueron galardonados.

Algunas medallas fueron entregadas a familias, tal el caso de los exdirectivos Luis Lema y su hija Carolina, Lito Bastos y sus hijas Alejandra y Natalia, el matrimonio Ana María Amestoy y Máximo Perdomo y los hermanos Fernando y Rodolfo Forestier.

También recibieron sus medallas de 25 años en el padrón social las hermanas Alicia Gil y María Gil, la presidenta de la Federación de Asociaciones Gallegas, Gustavo Barcia, Alejandro Hirschfeld, Ricardo Piñeiro, Ana María Silveira, María de los Ángeles Olivera, Federico D’Ottone, Carmen Estévez, y el nieto de quien recibiría la medalla de 50 años, Ignacio Pérez.

Eduardo Alonso recibió la medalla por sus 50 años como socio del Centro Gallego.

Justamente, fueron los nietos e hijos de Rosendo Torres, Ignacio, Hernán, Mabel y Jorge, el presidente de la Federación de Instituciones Españolas en el Uruguay, los que recibieron la medalla por él ya que no pudo desplazarse por el frío y horario de la ceremonia.

Manuel Losa fue otro de los homenajeados.

Carlos Reguero fue otro de los socios que recibió su medalla de medio siglo en los padrones del Centro Gallego, así como también Manuel Losa, el actual premio Castelao de la FAG, y Eduardo Alonso, otro directivo de varias instituciones que colabora tanto con el club Español, Centro Pontevedrés, como con el Hogar Español, la Liga Española de Deportes, y donde se le requiera porque tiene como valor fundamental devolverle a sus paisanos y descendientes tantas alegrías recibidas por esta tierra de acogida.

Luego de complacer a la solicitud de España Exterior de posar directivos y homenajeados en una foto que retrata la familia del centro gallego más antiguo del mundo, los asistentes compartieron unos pinchos como preámbulo de la cena del 143º aniversario que desarrollará el próximo sábado 3 de septiembre.

Idas y vueltas de la emigración gallega a Montevideo

El abuelo Rosendo, pontevedrés emigrado a mitad del siglo pasado, recibió su medalla de 50 años de socio del Centro Gallego de Montevideo, el mismo día que su nieto mayor, Ignacio Pérez Torres, recibía la de 25 justamente unos meses antes de que continúe su especialización en neonatología en el hospital universitario de Santiago de Compostela.

Rosendo Torres García tiene 96 años, nació en San Clemente de Cesar, Caldas de Reis en Pontevedra, pero a mediados del siglo pasado emigró a Montevideo. Estuvo trece días en el buque Monte Udala hasta llegar a la capital uruguaya, donde tenía una tía que le había reclamado.

“Estuve poco tiempo con ella porque me dijo que necesitaban espacio para alojar a sus hijas que venían de Buenos Aires, por lo que tuve que buscar un lugar”, explica Rosendo quien confesó que “tuve mucha suerte de encontrarme con gente muy buena. Le alquilé una pieza con cocina y baño a una señora que era de la Charqueada (departamento de Treinta y Tres a 300 kilómetros de Montevideo), Juana Carriquiry”.

Este joven pontevedrés de 25 años trabajaba en una chacinería donde luego de unos años le pidió a su patrón un préstamo para comprar una parte de ómnibus en la empresa Cutcsa y de esta forma consiguió pasar a la empresa fundada por Añón de la que se jubilaría décadas más tarde.

“Quería divertirme en carnaval”

Rosendo nos confiesa sin ningún remordimiento que cuando llegó se celebraba el carnaval en Montevideo, “y yo quería divertirme, entonces fui al Club Español y allí no me quisieron hacer socio porque me hicieron unas preguntas sobre política y a mi la política no me interesaba”.

Y terminó haciéndose socio en el Centro Gallego, “porque había que ir de corbata, bien vestido, y a mí me gustaban los bailes serios”. Afirma que, “ahora lo voy a contar todo. Había una comisión de fiestas donde estaba (la que sería) mi señora que era vasca, pero la llevaban unas amigas que eran hijas de gallegos y como ella no tenía madre aquí, andaba siempre con ellas”. En aquellos años, “las señoritas tenían que ser llevadas a las reuniones y bailes por sus madres y ella la tenía en España”.

Recordó Rosendo, que en aquellos años “los domingos hacían chocolates (en el Centro Gallego) y los novios de ellas (Rosalía y sus amigas integrantes de la comisión de fiestas) comían lo que sobraba y lo pasaban bien según me contaban, entonces yo me acerqué hasta que fui entrando en el grupo” y terminó ennoviado con Rosalía.

Rosendo Torres sostiene en brazos a su nieto Ignacio junto a su mujer Rosalía Cantalapiedra.

Se casaron, tuvieron dos hijos, Mabel y Jorge, ambos insertados también en la colectividad española y gallega, la primera en la Liga Española de Deportes y el segundo como consejero del Consejo General de la Ciudadanía Española en el Exterior (CGCEE) y presidente de la Federación de Instituciones Españolas, los que le dieron dos nietos Mabel y Miguel Pérez, y una nieta Jorge y Sandra Calvar.

El Centro Gallego de Montevideo

Rosendo nos explica que “el Centro Gallego para mí es mucho. En aquel tiempo era mi casa, íbamos a bailar y nos divertíamos hasta que nos casamos”. Luego tuvo que dejar de pagar por un tiempo la cuota social ya que comenzó a construir su casa, hasta que volvió a pagarla más adelante, completando en el 2022 los cincuenta años en el padrón social.

Si bien ahora no ve, su memoria está intacta y cuando le preguntamos que sentía un abuelo que el mismo día que le otorgaban su medalla de 50 años de socio, su nieto mayor, Ignacio de 28 años, recibía la medalla por un cuarto de siglo, su rostro se iluminó y desprendió la alegría para seguir contando su historia.

Hijos y nietos de Rosendo Torres recibieron el galardón en su nombre.

Rosendo tuvo que dejar de pagar la cuota del Centro Gallego, como dijimos, porque necesitaban reducir sus gastos para construir su casa, y esa misma situación pasó Mabel y Miguel cuando hicieron lo mismo, entonces el abuelo se hizo cargo de la cuota de su pequeño nieto Ignacio.

Pero la medalla de 50 años del abuelo Torres la recibió toda su descendencia, sus nietos Hernán e Ignacio, (no pudo estar presente Jimena), y sus hijos Mabel y Jorge, y su alegría fue enorme al conocer que su amigo directivo del Centro, Manuel Montes, fue quien se las dio.

“Me siento orgulloso de que mis hijos y mis nietos continuaran con la tradición nuestra”, y destacan en la participación y solidaridad dentro de la colectividad gallega y española.

El camino de ida y vuelta

Justamente Ignacio que hoy tiene 28 años, en 2019 se recibió de médico y en el 2020 comenzó la especialidad en neonatología que le llevará en 2023 a realizar una práctica en el Complejo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela.

Ignacio Pérez Torres, tras recibir la medalla del Centro Gallego, confesó que “es un reconocimiento muy importante, especialmente por mi familia. Son varias las generaciones desde mis abuelos, principalmente Rosendo, que son participantes de la institución, y yo vine a acompañar lo que fueron generando y la cultura que me fueron enseñando”.

Muy emocionado aún, destacó como “algo muy importante las practicas que realizaré en el hospital de Santiago de Compostela. Me tocó hacer una carrera muy linda como es la de medicina, y ahora tengo la oportunidad de ir a aprender a la tierra de mis abuelos”.

Rosendo, no participó de la ceremonia, pero si su descendencia, que ha tomado el testigo de seguir “espallando” los valores que tanto él como su esposa vasca enseñaron con sus acciones de vida en esta orilla del Atlántico a miles de kilómetros de sus tierras.

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