Cientos de personas dieron su último adiós en París al misionero español Pedro Meca, ‘el capellán de los vagabundos’

Al emotivo funeral asistió la alcaldesa de la capital francesa y representantes de asociaciones españolas

Anne Hidalgo también quiso dar su último adiós a Pedro Meca.

El sábado 21 de febrero se celebró en París el funeral por el misionero español Pedro Meca, conocido como ‘el capellán de los vagabundos’ de la ciudad de la luz. El oficio religioso, a cargo del obispo auxiliar y vicario general de la Archidiócesis de París, Renauld de Dinechin, se celebró en el Convento de Santiago y al mismo asistió la alcaldesa de París, la hispano-francesa Anne Hidalgo, y también representantes de asociaciones españolas y francesas, así como cientos de personas que quisieron darle el último adiós a este navarro que se había convertido en el compañero de la noche de los que no tenían nada.

Pedro Meca tenía 80 años. Dedicó toda su vida a estar y vivir con los más pobres, a ayudarles a encontrar trabajo, a devolverles la dignidad perdida y recuperar la autoestima. Pedro Meca se fue a vivir con los que no tienen nada y congrega multitudes. En sus iniciativas los sin techo no son los que reciben sino los que dan.

Nacido en Villava, Pamplona, en 1935, y fue criado por una pareja de ancianos muy pobres. A los 17 años se fue a Francia a buscar a su madre, exiliada durante la Guerra Civil Española.  A los 21 años decidió hacerse fraile dominico. Conoció al Abbé Pierre con quien trabajó, como camarero-trabajador social, en el ‘Claustro’, un bar abierto por iniciativa del fundador de los traperos de Emaús.

En 1992, Pedro Meca y la asociación ‘Los Compañeros de la Noche’ abrieron ‘La Moquette’ en el corazón del Barrio Latino de París, un lugar donde las personas que viven en la calle pueden, por la tarde y hasta la medianoche, encontrarse, ser escuchados y estar en contacto con otras personas participando en conferencias, debates sobre las noticias del día, fiestas de cumpleaños o talleres de escritura.

Cada Navidad celebraba una Eucaristía en una carpa que se instalaba en el centro de París a la que acudían más de mil personas sin hogar. Desde el centro ‘La Moquette’ se aseguraban también que las personas que morían en la calle y no eran reclamadas por nadie, tuvieran un entierro digno. En esas celebraciones participaban los compañeros de la calle que proporcionaban una despedida digna al fallecido.

“Aunque no puedo hacer nada, estoy aquí. Sin recursos ni poder. Mi fe me dice que Dios ama a todos. Si Él ama a todos, es que Él lo ve como algo hermoso y adorable. Así que trato de ver lo que es hermoso en el que está frente a mí, destruido por el alcohol, las drogas, los reveses de la vida. Y eso puede llevar mucho tiempo”. Los sin hogar pueden enseñar muchas cosas. De la gente pobre solo se ven las necesidades y cómo llenarlas: no tienen casa, no tienen qué comer, no tienen vestido… Mi relación no es esa, es encontrarme con alguien con sus potencialidades, su saber, su cultura, sus gustos, con sus pasiones, lo que le interesa. Hay que atender a la totalidad de la persona, teniendo en cuenta que todos tenemos potencialidades y riquezas y que todos podemos aportar algo. Ellos pueden y tienen que aportar», decía Pedro Meca.