Con la Ley en la mano

La hipocresía de los fuertes (2ª parte)

Por Ricardo Martínez Barros

He rebuscado en la hemeroteca de este periódico y leo el ejemplar del día 1 de septiembre de 2015 que, bajo este mismo titulo, clamaba “nuestros bosques arden por los cuatro puntos cardinales, las playas de Europa se pueblan de cadáveres de niños y mayores que huyen del horror, del hambre y de la persecución…”. Eran emigrantes.

Dos años después, el cuadro se repite, aunque ennegrecido con sombras y aquelarres que ponen en duda el “Estado de Derecho” y la “Democracia”. De manera que ya no sabemos muy bien en donde está el límite que separa el derecho de cada uno y los derechos de los demás. Bien entendido que el uno y los otros están obligados a respetarse dentro de un orden previamente establecido

Diariamente 200 empresas se marchan de Cataluña, porque entienden que allí no se dan las medidas para permanecer. Pero no se dan ahora ¿o no se dan desde hace décadas? A Galicia vuelan los líderes políticos para comprobar que los incendios son reales y no fotogramas virtuales creados en un laboratorio de Silicon Valley. Pero Galicia ya hace mucho tiempo que se incendia

Hace dos años yo denunciaba la “hipocresía de los fuertes”. Y han pasado dos primaveras y “pasarán mil primaveras mais”. Como cantaba el mindoniense Álvaro Cunqueiro, y la hipocresía de los fuertes seguirá marcando nuestras vidas.

Cataluña está en donde está, y los catalanes, independentistas o no, están en donde están porque nadie se ha ocupado, hace ya muchos años, de analizar el problema y de adoptar medidas contra el victimismo, la falsa historia, el racismo y odio hacia lo ajeno. Y los bosques en Galicia arden y seguirán ardiendo porque desde hace mucho tiempo nadie se ha ocupado de examinar en profundidad el origen del problema, las características de los núcleos rurales sumergidos entre las ramas de eucaliptos, pinos y robles, y nadie se ha atrevido a decretar medidas contundentes en una materia que es algo más que una “propiedad privada en común”.

¿Son las leyes suficientes para cercenar cualquier intento de quebranto de la paz social y para perseguir el abuso y la codicia de los fuertes? No. Las leyes, por si solas, sin la capacidad de ejecutarlas y hacerlas cumplir, son simplemente enunciados literarios.

En materia de emigración española, aún estamos esperando que alguien analice con seriedad los graves problemas que le afectan. ¿Acaso se puede tratar de la misma forma la emigración española del siglo XX que la del siglo XXI? “Si quien gobierna no reconoce los males hasta que los tiene encima, demuestra poca sabiduría”. Ya lo advertía Maquiavelo. “La sabiduría consiste en saber distinguir la naturaleza del problema y en elegir el mal menor”.

Hay una queja generalizada sobre la ausencia de voto de los emigrantes. Todos los partidos se desgañitan presentando loables iniciativas, pero cuando gobiernan se olvidan de la naturaleza del problema.

Hay un trato injusto hacia los emigrantes que han traído riqueza económica y cultural a nuestro país, y a los que se les niega incluso un digno retorno y ayudas a su reinserción en el ámbito social que elijan. Hasta se les esquilma con injusto trato impositivo en sus honrados y trabajados ahorros.

La hipocresía de los fuertes siempre tratará de convencernos que es muy costoso el detraer dinero para este tipo de problemas, porque hay otros prioritarios. Hasta que nuevamente los incendios vuelvan a arrasar nuestros bosques y la falacia del derecho a la autodeterminación oculte otros gestos y conductas que nada tienen que ver ni con el Derecho ni con la Democracia. Valores que, mientras los mantengamos, nos permitirán expresarnos libremente, respetando la disconformidad, y alertar que la solución de los males hay que tratarla antes de “tenerlos encima”.