Con la ley en la mano

Hay que poner orden en todo esto

Por Ricardo Martínez Barros

Ricardo Martínez Barros.

Jean Jacques Rousseau (1712-1778), hijo de relojero suizo  nacido en Ginebra, decía que la única costumbre que hay que enseñar a los niños es que no se sometan a ninguna”. Y la tendencia actual en la educación debe ir por esos derroteros, a tenor de lo que tuve que soportar hace unos días, mientras compartía comedor  con una pareja (inglés-española)y sus dos hijos menores. Es posible que  la educación  de sus hijos estuviese  impregnada de este catecismo calvinista, que me hizo dudar sobre si mi educación era la correcta, pues durante toda la cena eran tales los gritos y los arranques de ira de aquellos aprendices del egocentrismo, que no tuve más remedio que cambiar de mesa, y expresarle mis disculpas al camarero por ocasionarle el grave trastorno de tener que desplazarse hasta el fondo del comedor, e indicarle que mi cambio obedecía a lo insoportable que para mí era el tener que estar aguantando  gritos y más gritos y lanzamientos de comida a mi mesa que, con enorme destreza, practicaban aquellas “angelicales criaturas” con la condescendencia y sonrisa  de sus progenitores.

La palabras de aliento y tranquilidad que me proporcionó el camarero fueron extremadamente conciliadoras:… son niños

Claro, y como son niños debo entender  que, aunque maleducados, son buenos por naturaleza, y  es la sociedad quien los corrompe (“El hombre es bueno por naturaleza, es la sociedad la que le corrompe”, decía el tal Rousseau )

Y estas reflexiones vienen a mi mente cuando me pongo a pensar sobre todos aquellos aspectos de una legislación sobre emigración, amasada con infinidad de convenios bilaterales, normas de derechos internacional, iniciativas parlamentarias, decisiones políticas y otros gestos oportunistas que conducen a un estado de cosas que me hace dudar si es la sociedad la culpable o más bien es la falta de interés individual  la que da origen a este estado de postración: Claro…son políticos.  Ellos son buenos, por naturaleza, pero son las circunstancias sociales complejas las que los corrompen.

Leo estos días con preocupación el grave momento que atraviesa el Centro Gallego de Buenos Aires, que no es más que una “gota” entre una lluvia de situaciones desesperadas que ofrece el mundo de la emigración. Detrás encontramos la incompetencia, la falta de interés general, el egoísmo…Alguien tiene que ser capaz de asumir el reto de analizar, primero, los problemas que tiene ese poliedro que denominamos EMIGRACION; y segundo, alguien tiene que trazar unas líneas generales de actuación en las que se integren las distintas edades y motivaciones migratorias que conforman eso que hemos denominado ESPAÑOLES EN EL EXTERIOR, y poner orden en todo ello.