Con la ley en la mano

Reflexiones de un viajero

Por Ricardo Martínez Barros

He visitado los campos de concentración de Mathausen (Austria) y Dachau (Alemania). Me he recreado con la imponente construcción del Coliseum (Italia) y del anfiteatro de Arlés (Francia) y quedé impresionado con la ciudad cátara de Carcasona. Campos de exterminio en donde dejaron la vida miles de españoles, y escenarios de horror, en el que aún se sienten los gritos de los condenados por razones religiosas o de ideología. Todos estos monumentos permanecen en pie, y su contemplación forma parte de la cultura, al recordar hitos de la Historia, que cada visitante interpreta libremente, sin pretender su destrucción, porque la Historia se hace con las bondades y maldades de los pueblos, con sus éxitos y sus fracasos, con sus justicias e injusticias. La Historia ni se destruye ni se elimina, se asume.

De regreso a España, observo que, al amparo de la Ley de Memoria Histórica estamos enzarzados en la destrucción de cruces, signos, monumentos, construcciones…porque recuerdan regímenes pasados. Y esto es un error, producto de una manipulación que no lleva a parte alguna ¿Acaso Las Médulas (en donde, según Plinio el Viejo, que fue administrador de esas minas trabajaban esclavizados, para extracción del oro, 60.000 obreros) no fue un lugar de exterminio de cántabros, galaicos, astures como represalia a su contumaz resistencia a ser romanizados?¿Por qué no se hace desaparecer las Médulas, que no es más que un símbolo de la avidez y rapiña que proporciono a Roma casi dos millones de kilos de oro? ¿Realmente estos son los graves problemas que nos preocupan? ¿Debemos emplear nuestros escasos recursos en destruir lo que está hecho y en seguir “alentando” a los jueces para que prosigan retorciendo la herida de una guerra detestable?

He visitado distintas embajadas y consulados españoles en el extranjero. Comprobé, en la mayoría de los casos, el gran esfuerzo y atención que emplean los trabajadores que están destinados en estas sedes. Y con cierta preocupación observé que la calidad de los servicios es muy superior a la calidad de sus instalaciones y medios. La imagen de un país, o de cualquier empresa o institución, se construye no solo con eslóganes y cuñas publicitarias, sino, y sobre todo, procurando que la fachada o envoltorio de sus productos sea el adecuado. Y España tiene un grave problema de “envoltorio”: Muchas de sus embajadas y consulados necesitan un “lavado de imagen física”,por fuera y por dentro. Y en vez de estar tan preocupados de destruir la “Historia”, ocupémonos de reconstruir lo que se nos está cayendo.

Y si de verdad queremos hacer debido uso de la Ley de Memoria Histórica (Ley 52/2007 de 26 de diciembre), revisemos el contenido de la enmienda transaccional de la Comisión Constitucional, así como la disposición Final Sexta de la Ley 20/2011, de 21 de julio del Registro Civil, para la adquisición de la nacionalidad española por los nietos de exiliados durante la guerra civil y la dictadura. Las leyes se dictan y aplican para lograr mejor convivencia, no para incitar a la violencia o al resentimiento. Por eso no entiendo muy bien ese afán de seguir hurgando en las heridas y esa histeria por destruir y anular. No se infringe “el principio de legalidad” cuando la interpretación de la norma se hace atendiendo a su propio sentido, a la realidad social del tiempo en que ha de ser aplicada, y al espíritu y finalidad con la que ha sido dictada. Es así como han de aplicarse las normas, porque es así como lo exige el artículo 3.1 del Código Civil.

Hago estas reflexiones porque, como simple ciudadano, estoy preocupado al ver que perdemos mucho tiempo y energías en cuestiones que sólo conducen a alimentar más tensión y enfrentamiento sobre aspectos que han de ser analizados con ponderación y prudencia, priorizando lo que es más elemental y necesario. ¿O no?