Con la ley en la mano

La hipocresía de los fuertes

Por Ricardo Martínez Barros

Ricardo Martínez Barros.

Algo debemos estar haciendo mal para que la noticia del verano sea el encuentro entre un ministro y un ex ministro investigado. Y, mientras tanto, nuestros bosques arden por los cuatro puntos cardinales, las playas de Europa se pueblan de cadáveres flotantes, y nuestros ahorros se reducen a llenar un depósito o a cargar un móvil.
He buscado por todas las plazas y calles de esta “España caliente” a ver si encontraba alguna manifestación contra los abusos de esas grandes marcas que desprecian nuestras quejas o nos  “redireccionan” hacia máquinas parlantes. Tampoco he percibido protesta alguna contra la explotación económica de nuestros jóvenes emigrantes, o contra aquellos que se embadurnan con nuestro dinero, que nunca devolverán. Nada, ni una editorial, ni un comentario, ni un gesto de desencanto. Algo debemos estar haciendo mal para que no sepamos leer u opinar más allá de lo que nos sirven “enlatado” aquellos que velan por nuestra pureza intelectual. La hipocresía de los fuertes es ese “tic repetitivo” que no nos deja opinar ni nos deja escuchar aquello que nos contradice.
Hace unas semanas fallecía en su Granada natal, Manuel Rojas Castro, teólogo, licenciado en Derecho que, sin ejercer como tal, sin embargo sí contribuyó a una gran labor social y profesional en la consecución de derechos para los emigrantes. La hipocresía de los fuertes ni se enteró de este suceso ni le dedicó ni un recuerdo. Solamente este periódico le prestó la atención que se merece un personaje que, desde la humildad y constancia en el trabajo, contribuyó a que ahora muchos emigrantes puedan disfrutar de las pensiones de vejez, invalidez y viudedad (SOVI) en cantidades dignas que antes no percibían. Eso, sí, nos hemos empachado con la enfermedad de la cantaora, la cogida del torero y la retirada del busto real. Y yo me pregunto ¿no hay algo más interesante que comentar?
El estudio y análisis profundo del fenómeno migratorio en nuestro país y su contribución al estado actual es una asignatura que está pendiente. Así lo destacaba también, hace unos días, el escritor gallego y  emigrante, Xosé  Neira Vilas, autor de “Memorias dun Neno Labrego”. Y así lo hemos expresado una y otra vez en esta sección de “Con la ley en la mano”. Algo habrá que hacer para que lo banal, lo fútil o lo mediocre ocupe el mínimo espacio frente a lo que realmente tiene importancia, utilidad y consistencia. El mundo de la emigración apenas arrastra o  quita votos. Y esto le relega a ser considerado un problema menor dentro de las prioridades de los Estados. Pero no ha de olvidarse que, en el caso de España, el fenómeno migratorio ha contribuido no sólo a equilibrar su Balanza de Pagos, sino también a elevar su nivel cultural y de convivencia ciudadana. Y ahora mismo, a trasladar al exterior una excepcional imagen de solvencia y credibilidad. Y todo ello gracias a nuestros emigrantes que son más sensatos y equilibrados que ese ejército de “vendedores de noticias” que se alimentan de la hipocresía de los fuertes y de las “babas” del resentimiento que, a la postre, son los que sustentan el caldo del populismo que impide hacer posible lo que es necesario. Porque necesario es recomponer todo el entramada legislativo que afecta a nuestra Emigración. ¿O no?