Con la ley en la mano

La emigración está provocando un descenso en el crecimiento del país

Por Ricardo Martínez Barros

‘Aliya’ o ‘Aliá’ (en hebreo ‘ascenso’) es un término que se usa para denominar el flujo migratorio de judíos hacia Israel, y ‘yeridá’ (‘descenso’) es lo que se conoce como ‘diáspora’ o salida desde Israel hacia otros países. El Estado de Israel fue creado en 1948. Y a raíz de la entrada en vigor de la Ley de Retorno de 1950, con la batería de medidas protectoras que se pusieron en marcha, la población de Israel pasó de 650.000 á 5.415.000 en 2007. Los efectos para la economía de aquel país y la recuperación de principios de convivencia y calidad de vida, no se hicieron esperar. Y esto es algo indiscutible para cualquier civilización, principalmente cuando los retornados enriquecen la cultura, la economía y el grado de convivencia por absorción de otras culturas más avanzadas en el ejercicio de derechos ciudadanos.

La ‘yeridá’ en España se produce especialmente a partir del año 2008, coincidiendo con la brutal crisis y la ausencia de toda medida que paliase la terrible diáspora de esos jóvenes, profesionalmente cualificados, que conforman la generación que debiera haber evitado que este país cayese en el ‘descenso’ que ahora sufrimos. Estos jóvenes y otros no tan jóvenes, que también emigraron por motivos económicos, poca influencia pudieron tener en los recientes votaciones, debido al insostenible sistema electoral que sufrimos. Pero es que además la débil legislación vigente en materia de inmigración ha permitido la entrada de oleadas de individuos que no han venido a enriquecer nuestro acervo socio-cultural-económico sino todo lo contrario. La consecuencia final es una ‘yeridá’ o descenso acuciante en los ‘índices’ que conforman la identidad de una sociedad. Nada tiene que ver lo que estamos diciendo con los índices de crecimiento económico que se manejan para España durante este período.

Recientemente los españoles de aquí y un porcentaje ridículo de los de alli hemos decidido, a través de las urnas, castigar a los ‘malos’ para poner a otros ‘mejores’. El experimento, a fecha de hoy, me produce no sólo perplejidad sino también inseguridad. No existe voluntad alguna para lograr fortalecer los derechos de los ciudadanos, sólo una obsesión para ‘repartir carteras’ y buscar una buena colocación para los próximos cuatro años. Ahora mismo me acecha la gran duda sobre qué programa se va a aplicar en materia de emigración, si es que se va a aplicar alguno. Y mientras tanto este país cayendo en ‘descenso’. Y no está prevista ninguna Ley de Retorno que recupere a esa generación cualificada y decidida a la que hemos expulsado hacia el exterior, y a la que no le facilitamos la intervención en nuestras decisiones. Es más, a los ‘retornados’, ni agua.

Ya se advertía en un Informe del Banco de España sobre las consecuencias nefastas que iba a suponer para el crecimiento de nuestro país el haber permitido esa sangrante diáspora de tantas personas a las que el Estado y la sociedad habían dedicado ingentes inversiones. Da igual. Aquí seguimos como plañideras de un grotesco espectáculo de ‘vendedores de humo’ que algún día acabarán en un plató del Gran Timador o de la Isla Perdida, para regocijo y placer de los que practican la ‘yeridá’ o diáspora, no ya de personas, sino de su dinero ¿O tal vez me estoy equivocando?