Con la ley en la mano

El castigo de Sísifo o los impuestos en las herencias de gallegos

Por Ricardo Martínez Barros

En la mitología griega, Sísifo es un personaje malvado, avaro y mentiroso, que asesinaba a caminantes y viajeros para robarles sus pertenencias, y como tenía miedo a morir, le colocó grilletes a la muerte (Tanatos), hasta que el dios de la guerra (Ares) liberó a éste y le impuso a aquel, a cambio de su inmortalidad, el castigo de subir una piedra de gran tamaño hasta la cima de la montaña y que, antes de llegar, volviera a rodar hacia abajo, repitiendo una y otra vez el mismo recorrido.

Los emigrantes gallegos (como al resto de la población de esta Comunidad) hace ya mucho tiempo que vienen siendo objeto de “ocurrencias seculares” que determinados políticos y personajes de dudoso fuste lanzan, sin rubor alguno, a turiferarios que aplauden sus gracias para descalificación de una población que está más preocupada de su destino que de las acepciones gramaticales que le vienen impuestos desde el pasado. No es que el subconsciente de ese líder político, que dice ser hijo de esposa de un orensano, le haya traicionado, al calificar a los gallegos como “paletos”, como tampoco fue un “lapsus” de ese prestigiado director de cine manchego que nos tilda de “analfabetos”. No, no, eso es reflejo de una mentalidad y de una forma de ser que para nada se diluye con el simple perdón o la disculpa. El gran desprecio que sentimos hacia este tipo de personajes es parejo al gran esfuerzo que nos exigimos para superar una “lacra” que, a dia de hoy, simplemente es una anécdota y que ni merece que le dediquemos ni una sola manifestación pública ni un programa de la televisión local. Quizás si tan lacerantes descalificativos fuesen dirigidos a algún colectivo de los que defienden tales personajes, habría manifestaciones y barricadas que paralizarían la vida ciudadana.

Pero aquí tenemos cosas más importantes de qué preocuparnos como es, por ejemplo, la discriminación que sufren los herederos de emigrantes gallegos, no residentes en Galicia, cuando tienen que liquidar el impuesto de sucesiones y donaciones. Es como si el castigo de Sísifo, apareciese una y otra vez en la vida del emigrante que trata de subir la empinada cuesta de la vida, esforzándose en acumular patrimonio, para que, a continuación, se lo recorten a base de impuestos que le impiden completar su singladura, Y así una y otra vez en una secuencia interminable que conduce a la desesperación. Pongamos un ejemplo que ahora mismo estamos viviendo: Herencia de un emigrante gallego en Sudamérica cuya base liquidable es de 450.695,53 euros. Su hijo, el heredero, abona a la Hacienda (Facenda) gallega, por el Impuesto de Sucesiones y Donaciones, la cantidad de 39.861,96 euros. Pero, transcurridos más de 6 años desde el fallecimiento del causante, la Hacienda (nacional) le reclama, como cuota tributaria, la cantidad de 96.100,68 euros al considerar que el impuesto debía haberse liquidado en Madrid y no en Galicia, al tratarse un heredero emigrante no residente. De manera que si el heredero, en vez de estar en la emigración viviese y fuese residente en Galicia, se ahorraría, para este supuesto, 56.238,72 euros. El síndrome de Sísifo revolotea el mundo de la emigración. Y si bien debemos admitir que, con la ley en la mano, nada se puede reprochar, sin embargo uno no puede dejar de preguntarse si las leyes han de servir para corregir discriminaciones o más bien son instrumentos de castigo de los fuertes frente a los débiles. Esperemos que, en el caso que nos ocupa, al menos sepan apreciar la figura de la prescripción.

Admitimos las disculpas, aunque suenen a hojarasca, de ese político y de ese director de cine. Pero mejor redimirían su culpa promoviendo y pagando una campaña para que el emigrante, cual Sísifo errante, deje de estar subiendo continuamente la pesada piedra de la superación y, de una vez por todas, se le permita alcanzar la cima sin tener que volver a iniciar el mismo recorrido de quejas, denuncias de discriminaciones, y olvidos de promesas. ¿O no?