Con la ley en la mano

Días de reflexión

Por Ricardo Martínez Barros

Hace 65 millones de años desaparecieron los dinosaurios, y no lo hicieron porque se les hubiese acabado su alimento o por inadaptación al medio, sino porque un fenómeno cosmológico, provocado por causas gravitatorias que tenían que ver con la materia oscura, atrajeron a un asteroide que impactó contra la Tierra y dio lugar a esa catástrofe. Y cuando le preguntaron a la física y cosmóloga Lisa Randall, de la universidad de Harvard, si algo así podría suceder en cualquier momento.

-Claro que podrá suceder, contesta, pero deberíamos preocuparnos más por otras cosas, por ejemplo, por el futuro de la democracia.

Cuando escribo este artículo aún no conozco los datos de la participación de gallegos y vascos emigrantes en las elecciones 25S y, aunque creo que va a ser superior a la de las anteriores, sigo pensando que no se ha hecho lo suficiente para reparar este daño. Y eso significa estar hurtando un derecho constitucional a aquellos que más contribuyen al enriquecimiento económico y social de su país. Claro ejemplo de la fuerza de la emigración es la nación norteamericana Y si repasamos la Historia veremos que los grandes desplazamientos de seres humanos son los que han constituido la base de muchas de nuestras naciones. La reflexión que debe hacerse es si el fenómeno de la emigración debe seguir siendo tratado como un problema residual o, por el contrario, merece otro tipo de atenciones. El cambio en el tratamiento legislativo se hace necesario y urgente.

A mediados de 2015 había 15,1 millones de refugiados que, a la postre, son emigrantes empujados por el hambre, por las guerras y por la persecución política o religiosa Una cifra escalofriante que no se repetía desde la II Guerra Mundial. Esos refugiados posiblemente cambiarán los destinos y forma de vida en algunos lugares a los que han huido. Pero hay muy poca voluntad política y social de afrontar con seriedad ese fenómeno migratorio que se repite tan a menudo

Vienen días de reflexión. Le dedicamos mucho tiempo y esfuerzo a nuestro desarrollo tecnológico. Está bien. Pero hay un reloj biológico que casi está parado Y no es muy aconsejable enfurecer la calma cosmológica para que, dentro de otros 65 millones de años, algún ser vivo superviviente tenga que decir que nos extinguimos por haber utilizado indebidamente nuestra ‘materia gris’.