Suplemento Nueva Emigración

Investigadores y científicos españoles buscan en el extranjero su desarrollo profesional

Sandra González Altea.
Lidia Ferri Hidalgo.
Violeta Serrano García. Foto de Magdalena Siedlecki.

Un joven salmantino dedicado a la biotecnología aplicada a la mejora científica

Especializarse en psicoterapia familiar

El nuevo milenio encontró a España atravesando una situación ya vivida a finales del siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX: la emigración de sus ciudadanos. Si bien este nuevo proceso es mucho menor cuantitativamente al original, en el que cientos de miles de españoles salieron al mundo en busca de una mejor vida por razones políticas o económicas, la diferencia principal con lo que sucede en la actualidad es que hoy el perfil de los emigrantes está compuesto en su gran mayoría por jóvenes con formación universitaria y altamente cualificados. Doctorados, licenciaturas y maestrías son comunes de encontrar en los currículos de estas personas.

El denominador común de estos nuevos emigrantes es que parten hacia otros países con la idea de ampliar su formación y seguir desarrollando sus carreras con la intención de poder retornar a España en un futuro cercano, aunque algunos finalmente encuentran en estos nuevos destinos su lugar en el mundo.

En lo que coinciden todos, es que esta ‘fuga de cerebros’ es una consecuencia directa de la merma en los presupuestos destinados a la investigación y el desarrollo que causó la crisis económica que afectó a España en los últimos años, y que hasta que no se revierta esta situación seguirán saliendo jóvenes al exterior en busca de mejores oportunidades, como lo demuestran los testimonios que cinco de ellos brindaron a Nueva Emigración desde Argentina.

Diez años en Buenos Aires

Sandra González Altea nació en Úbeda, Jaén, hace 43 años y vive en Argentina desde hace más de una década. Es licenciada en Derecho por la Universidad de Granada, doctora en ‘Estudios Iberoamericanos: Realidad Política y Social’ por la Universidad Complutense de Madrid, tiene una diplomatura en ‘Estudios de las Mujeres y Políticas Sociales’ por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), fue profesora en el Instituto Superior Joaquín V. González de Buenos Aires, donde impartió materias sobre educación sexual integral, y es docente en el Museo de la Mujer, lugar en el que ha dictado cursos de aula virtual sobre prostitución y trata de personas y sobre violencia política contra las mujeres.

Sandra se define orgullosamente como feminista militante y se ha formado para luchar por el empoderamiento de las mujeres y la defensa y puesta en valor de sus derechos. Desde hace siete años trabaja en el Ministerio de Infraestructura de la Provincia de Buenos Aires como ‘Especialista en género y desarrollo social’, en donde se encarga, entre otras tareas, de participar en la formulación de los proyectos de urbanización de barrios vulnerables con financiamiento multilateral (particularmente proyectos financiados por el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo), así como de articular con los actores políticos y sociales pertinentes para armar las acciones necesarias que mitiguen el impacto de las obras públicas en las condiciones de vida de la población (especialmente en el caso de que sea necesario el reasentamiento involuntario de hogares), todo ello con perspectiva de género.

Aunque reside en Argentina desde hace más de diez años, Sandra lleva ya casi quince años viviendo en el exterior: “Mi marcha al extranjero en realidad fue para aprender idiomas y conocer otras culturas”, explica, y cuenta que antes de “dar el salto” a América Latina vivió en Bruselas durante cuatro años. “En ese momento no estaba en mi mente dedicar parte de mi carrera profesional al ámbito académico/científico, aunque ya en esa época empecé a impartir talleres en el ámbito del tercer sector. La faceta académica se fue presentando de a poco sin que la buscara específicamente”, añade.

En 2006 decidió irse a vivir un año a Perú con un proyecto financiado exclusivamente por ella para trabajar con el movimiento social de mujeres de comedores populares, con el objetivo de trabajar en su tesis doctoral, que consistió en un estudio comparativo entre Perú y Argentina sobre la organización de estos grupos y su consideración como actoras de cambio social.

Un año más tarde regresó a España, donde postuló y ganó una beca de investigación por dos años del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación al Desarrollo, lo que la motivó a trasladarse a Buenos Aires para finalizar su tesis, ciudad en la que, además de desarrollar su labor docente, también se dedicó a dar talleres sobre cuestiones de género organizados por Fundación España en diversos centros culturales de la colectividad española.

A pesar de haber desarrollado prácticamente toda su carrera profesional en el exterior, la idea de regresar está presente en el futuro de Sandra, ya que cree que “es un gran desafío ver qué me puede suceder en España”, si bien, a su entender, allí hay “una gran falta de recursos y políticas públicas para dedicar a la investigación, especialmente en áreas de humanidades”.

En ese sentido, y a pesar de admitir que no cuenta con datos para afirmar si esta situación causó una emigración excesiva de profesionales de su ámbito, resalta que el mayor porcentaje de fondos públicos está destinado a la investigación en ciencia y tecnología, “pero es difícil que te financien estudios en ámbitos de letras y humanidades. Creo que es una falencia en nuestro país, y ahí es donde surge la necesidad de postular por becas y periodos de investigación en el exterior. Por ejemplo, sabemos que en países como Estados Unidos tanto las empresas privadas como las universidades destinan fondos a la investigación y absorben la ‘fuga de cerebros’ de las investigadoras y los investigadores de otros países”, explica, y subraya que España debería apuntar también a ese objetivo.

Además de una mayor inversión presupuestaria en investigación y desarrollo que incluya todas las áreas de conocimiento, Sandra está convencida de que otra manera de evitar la emigración de jóvenes profesionales es la mejora de las condiciones de trabajo, tanto para los docentes como para los investigadores: “Creo que es la única forma posible de paliar la salida de jóvenes científicos e investigadores; después, dependerá de los objetivos concretos de cada persona”, asegura.

Al ser consultada sobre qué ventajas para su ámbito profesional existen en el exterior respecto a España, aclara que le cuesta responder ya que desarrolló la mayor parte de su carrera en el extranjero: “En cierto sentido, tengo una deuda personal con España para ver qué puede ofrecerme y qué puedo yo aportar hoy al desarrollo del país. El ‘grosso’ de mi educación la recibí allí y en la educación pública, ámbito que defiendo a ultranza. Así que siento que si es posible, si hay oportunidades allá para ello, es necesario que aporte mis capacidades en el lugar donde se invirtió en mi educación”.

Para Sandra, la experiencia de vivir en el exterior ha significado un aprendizaje y un crecimiento enorme, tanto en lo profesional como en lo personal. “Pienso que en todos los lugares hay obstáculos y oportunidades. En mi caso particular, ha sido una cuestión de ver qué necesitaba en cada etapa de mi vida, salir a buscarlo, ver las oportunidades que se presentaban y aprovecharlas para seguir creciendo. Aunque reconozco que me cuesta un poco verme en un lugar durante un periodo largo de tiempo. Soy bastante nómada y no descarto trabajar y vivir en otros países”, concluye.

Estudiando el impacto climático en los glaciares

La madrileña Lidia Ferri Hidalgo, de 38 años, se licenció en geología en la Universidad Complutense de Madrid en 2003 y está trabajando en la provincia argentina de Mendoza desde hace 12 años, donde se desempeña actualmente como profesional del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) -equivalente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas en España- como parte del grupo que está realizando el Inventario Nacional de Glaciares (http://www.glaciaresargentinos.gob.ar/) en el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla), equipo con el que han relevado más de 16.000 glaciares a lo largo de toda la Cordillera de los Andes a partir de sensores remotos y también con trabajo de campo.

Según cuenta, al terminar sus estudios las salidas laborales en España en el campo de la geología no eran muchas, y las pocas que existían estaban acotadas a un solo campo de trabajo, por lo que no dudó en trasladarse a Mendoza en 2005 luego de obtener una beca de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica de Argentina (Foncyt) cuyo tema específico era el impacto del cambio climático en los glaciares de los Andes mendocinos.

Lo que en un principio era para Lidia un viaje por un plazo de tres años se extendió hasta el día de hoy. Si bien siempre ronda por su cabeza la idea de retornar a España, sobre todo por cuestiones familiares, señala que “el trabajo tira bastante y más teniendo ya un cargo fijo en el Conicet”, por lo que la vuelta definitiva aún no está en los planes cercanos. “Por suerte puedo viajar todos los años para pasar un tiempo con mi familia y amigos”, añade.

Lidia afirma que dentro de su campo profesional sí es notoria una importante emigración, sobre todo en los últimos cinco a diez años. Al vivir en Mendoza, pudo comprobar esta realidad tanto en Argentina como en Chile, países separados por la Cordillera de los Andes. En el caso de Chile, explica, ha conocido a muchos españoles que han ido a trabajar a empresas privadas, ya que los profesionales allí son muy bien pagados, mientras que en Argentina, donde está más vinculada al ámbito científico, también ha tomado contacto con numerosos compatriotas que han obtenido una beca para realizar sus doctorados en temáticas muy diversas.

Al trazar diferencias entre el apoyo estatal al desarrollo de la ciencia y la investigación entre Argentina y España, Lidia resalta que cuando llegó al país austral se encontró con un Estado que apostaba fuertemente por el crecimiento del Conicet, otorgando numerosas becas doctorales y fomentando el crecimiento de los proyectos de investigación, lo que posibilitó no solamente el retorno de muchos profesionales argentinos que habían emigrado a diversos países durante los últimos años del siglo pasado, sino también la apertura de puertas para científicos e investigadores provenientes de otros países, entre ellos España.

Este panorama fue fundamental para que tanto extranjeros como nativos pudieran investigar y trabajar en diversas temáticas, “cosa que no se podía hacer en otros lados debido a los recortes en ciencia e investigación, como es el caso de España”.

Sin embargo, señala que la situación ha empeorado notablemente con el cambio de Gobierno que tuvo lugar en Argentina en diciembre de 2015, y que desde entonces “se ha achicado el presupuesto para ciencia y toda la gente que se formó y realizó su carrera de doctorado aquí probablemente tendrá que empezar a buscar trabajo en otros lados”.

De sus palabras se desprende que para que en España la emigración de profesionales de la ciencia y la investigación se atenúe deben promoverse unas políticas públicas similares a las que se vivieron en Argentina en los primeros años del nuevo milenio: “El Estado debe fomentar e invertir en investigación y educación pública, pilares fundamentales para el desarrollo y el crecimiento de un país”, resume.

Hacerse un hueco en el mundo de las letras

Violeta Serrano García nació el 17 de abril de 1988 en Astorga, una ciudad de no más de 13.000 habitantes ubicada en la provincia de León. “Tengo demasiados títulos, como muchas personas de mi generación”, se presenta. Es licenciada en Filología Hispánica, Filología Francesa y Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, todas por la Universidad Autónoma de Barcelona, que en las tres licenciaturas le otorgó el Premio Extraordinario de Titulación al mérito académico, y un Máster en Creación Literaria por la Barcelona School of Management-Universitat Pompeu Fabra, “aunque eso no supuso tener ningún trabajo asegurado en España, como se puede comprobar en mi caso”.

A los 25 años decidió emigrar. Llegó a Buenos Aires el 15 de junio de 2013, “en donde aprendí a hacer de lo que había aprendido una profesión, un oficio, y a buscarme la vida para darle algún sentido económico a tanto título en letras para lograr vivir con dignidad en un país en el que, además, la formación en mi área es de una calidad espectacular”.

En la capital argentina se dedica, fundamentalmente, a codirigir el posgrado Escrituras: creatividad humana y comunicación en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (http://flacso.org.ar/formacion-academica/escrituras-creatividad-humana-y-comunicacion/), que fundó junto al doctor del Conicet Carlos Skliar, en donde coordina “un equipo de profesores maravilloso y en el que trabajo con una cantidad increíble de alumnos y alumnas que no para de crecer año a año; ya vamos por la séptima edición y esperamos seguir con esta propuesta durante mucho tiempo, dada la cálida recepción que tiene”.

Más allá de su labor docente, se dedica a escribir y escribir: ensayo, narrativa, poesía…también periodismo cultural, “que, pienso, es otra forma de arte cuando está bien hecho”. Además, es directora de la revista continuidaddeloslibros.com (http://continuidaddeloslibros.com), que fue declarada sitio de interés cultural por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a través de la Ley de Mecenazgo.

“Y pienso, pienso demasiado y siempre estoy buscando nuevos desafíos para que la sociedad ponga en la literatura el interés que merece: no somos nada si no comprendemos para qué evolucionamos y de qué forma sería óptimo hacerlo para que el desarrollo no sea contraproducente para nuestra felicidad como seres humanos. Comprender eso es esencial y, dentro de poco, será un tesoro: ninguna máquina podrá sustituir el valor del conocimiento y de la capacidad crítica para no sentirnos perdidos en medio de esta vorágine”, subraya.

Luego de haber finalizado en 2013 tres licenciaturas y una maestría, Violeta sentía que todas las puertas estaban cerradas en España y que, aunque tal vez pudiera encontrar algún trabajo, allí no podría desarrollar todo su potencial profesional: “Pensé hacia dónde dirigirme y, puesto que mi herramienta fundamental son las palabras, lo idóneo era acudir a un país en el que se hablase mi lengua. Dudé entre México y Argentina, por ser dos países donde la cultura es parte fundamental de la identidad, y finalmente me decidí por la ciudad de Buenos Aires, donde sólo conocía a una persona, y poco”.

Violeta subraya que en menos de cinco años, Argentina le dio todas las oportunidades que España le negaba. Además de poner en marcha el posgrado y la revista digital, ha colaborado con los principales suplementos culturales de los diarios argentinos Perfil, La Nación y Página/12 y publicó su primer libro, ‘Camino de ida’, que posteriormente fue recomendado en España por figuras como Antonio Gamoneda o Enrique Vila-Matas.

La difícil elección de volver al país de origen o permanecer en el país de acogida revolotea siempre por la cabeza de Violeta. “Creo que todos los emigrantes viven con esa duda constante. Quizás no es consciente, pero en el fondo está. En este momento estoy pasando un tiempo en Madrid: de alguna manera vivo entre ambos continentes. Y extraño los dos lados del charco: cuando estoy en España, extraño Argentina y cuando estoy en Argentina, extraño España”.

Violeta está de acuerdo en que hay una excesiva emigración de profesionales españoles, la achaca a que las condiciones laborales en España “son bastante lamentables”, y asegura: “No es un país que se preocupe por retener su talento, más bien todo lo contrario. España apenas fomenta la creatividad, las redes, la innovación, tal vez porque los últimos Gobiernos basan su poder en ese estancamiento social y cultural”.

En cambio, en Argentina encontró “aire fresco, personas que no esperan que vengan a ofrecerles algo para empezar a hacer lo que consideran útil y necesario no sólo para ganarse la vida, sino para hacer de su trabajo una pasión, una forma de estar en el mundo y, al mismo tiempo, mejorar su entorno. Argentina es un ejemplo maravilloso de esto y yo sólo puedo agradecer, insisto, lo mucho que he aprendido del espíritu valiente y trabajador de la mayoría de sus habitantes”.

“¿Qué puedo decir? -continúa-. A mí Argentina me dio todo lo que soy hoy y la decisión de irme fue la mejor que tomé en mi vida, aunque también me cambió para siempre y de eso no hay retorno, con todo lo bueno y lo malo que esta verdad contiene. Sobre todo, la Argentina me enseñó a luchar, a caer y a levantarme. No fue nada fácil para una mujer de mi edad, nacida en el 88 en España, que había vivido con tranquilidad en un pueblo de León toda su vida, sin mayores sobresaltos, llegar a una ciudad tan inmensa e intensa como Buenos Aires y empezar a abrirme camino de la nada. No tenía papeles para trabajar, ni siquiera, así que, como todo extranjero ilegal, tuve que aceptar trabajos precarios para obtener esa legalidad. Pero justamente de esa dificultad salió la fortaleza para lograr lo impensable y superar mis propias expectativas: Argentina es hoy mi país tanto como lo es España. Y como todo emigrante sabe, vivo dividida entre esos dos amores que son, por supuesto, difíciles”.

Por otra parte, para Violeta, los problemas que enfrenta España son comunes a “un momento realmente complejo a nivel global. Estamos entrando en una nueva era que aún no comprendemos, viendo que las cosas tal y como eran antes ya no funcionan y hay que cambiarlas, pero nadie encuentra la fórmula mágica. Estamos, creo, en un periodo de prueba en muchos ámbitos. Diría entonces que en un momento tan complejo lo que es realmente necesario es que los responsables del sostenimiento de la democracia sean verdaderos profesionales que sepan estar a la altura del tremendo desafío global que estamos atravesando: necesitamos a las personas más preparadas y con los mejores talentos para comprender de manera integral los cambios, las necesidades y plantear soluciones eficaces a corto, mediano y largo plazo”.

Esa responsabilidad, afirma, es de todos: no sólo de los representantes políticos y los dueños de los grandes grupos empresariales, “que tienen hoy más poder que cualquier parlamento”, sino también de “las personas anónimas que ocupan el grueso de nuestras sociedades; es importante valorar la fuerza de las movilizaciones y la resistencia a dejarnos llevar por la ola del ‘acepto porque es lo que hay’. La crisis en Europa, dicen, terminó y nos estamos recuperando: pienso que hubo sectores que se recuperaron, es cierto, pero en el caso de España, la clase media se está pulverizando y esto es gravísimo”.

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